Origen. Durante la Edad Media en España, se leían fábulas sánscritas de Persia, traducidas al árabe y luego al español. Estas fábulas marcaban el origen del cuento hispánico. En El libro de Calila e Dimna, por ejemplo, las fábulas eran didácticas pues enseñaban y aconsejaban a ser sabio y prudente. Las tramas de estas fábulas eran de una creación imaginativa y fantástica, pero estaban basadas en la realidad. Eran sencillas, sin adornos complicados. Sin embargo, a diferencia del cuento moderno, había en ellas digresiones. Las fábulas se encajaban una dentro de otra. Esta técnica es tolerable en la novela pero no en el cuento, puesto que rompe con la tensión de la trama y con el hilo narrativo.
Características. El cuento no se define sólo por su brevedad y porque, en general, se puede leerlo de un tirón. Aunque mucho es reducido en el cuento, como, por ejemplo, el desarrollo de varios personajes, otros elementos son exagerados. La economía ocurre con el número limitado de personajes en comparación con la novela. Tampoco hay tiempo para desarrollar el carácter de los personajes, como en la novela. Además, el interés en ellos reside más bien en su circunstancia y situación, y no en su personalidad y su evolución, como en la novela. Aunque puede haber escenas retrospectivas, en general, la intriga del cuento no permite muchas digresiones, como en la novela. En eso, la estructura cuentística se asemeja más al drama. Junto a esta acción única, hay la unidad de impresión necesaria para atrapar la atención del lector durante la lectura y para aislarlo del mundo que lo rodea.
Desde las primeras palabras del cuento, la intensidad de la narración y la tensión son de principal importancia. Se elimina toda idea o situación de relleno o transición; estos elementos están presentes en la novela, pero no en el cuento. En parte, se consigue la intensidad por medio de una condensación de los sucesos en el tiempo y el espacio. No hay partes independientes de la estructura total sino un orden de subordinación. El cuento, como el poema lírico, sólo se comprende en su totalidad. Y como el poema, también se desenvuelve de modo centrípeto, o sea, por medio de convergencias, asociaciones y correlaciones de sus partes.
El mundo del cuento no es completo como el de una novela, sino parcial. Con frecuencia, la acción empieza in media res; es decir, el cuento empieza de la acción sin que sepamos mucho de las circunstancias anteriores o pertinentes a la intriga, ni de los personajes. Se mantiene la tensión de esta narración breve por su forma sintética y económica, que esencialmente se enfoca en las acciones físicas y psíquicas de los personajes. Para describir estas características del cuento, el escritor argentino Julio Cortázar sugirió la siguiente metáfora del boxeo: la novela gana por puntos mientras que el cuento gana por knockout.
Cortázar ofreció otra metáfora para describir la diferencia entre el cuento y la novela, comparándolos a la fotografía y a la película. A nuestro parecer, la comparación describe la importancia del elemento de apertura que tiene el cuento. La novela es como una película en que se ven varias perspectivas sobre el mismo asunto. El cuento, en cambio, es como una fotografía en que se recorta sólo una pequeña imagen de la realidad. Esta breve imagen sugiere que hay más de lo que podemos percibir escondido detrás o más allá de la foto. Del mismo modo, el cuento crea una apertura en nosotros los lectores. No nos da suficiente relieve sobre el asunto para que formemos un cuadro completo de lo sucedido. Imaginamos la continuación de la historia más allá del texto. Por eso, hablamos de una apertura.
Un cuento (del latín compŭtus) es una narración breve de hechos imaginarios. No existe una extensión específica que determine qué relato es un cuento: por el contrario, las distancias entre un cuento extenso y una novela corta son difusas.
Lo cierto es que un cuento se caracteriza por ofrecer un argumento relativamente sencillo, con un grupo acotado de personajes y sin amplitud en los recursos narrativos.
Los historiadores señalan que el cuento, como género literario, nace en el Antiguo Egipto. El primer relato conocido del que se tiene registro es aquel protagonizado por los hermanos Anup y Bata. El texto fue hallado en un papiro de unos 3.250 años de antigüedad: con el tiempo, se escribieron otras 700 versiones de este mismo cuento. Como curiosidad (o no), cabe destacar que este relato pre-bíblico ofrece varias similitudes con la historia de Adán y Eva.
En cuanto a los cuentos escritos en castellano, el antecedente más antiguo es la colección conocida como “El conde Lucanor”, que fue recopilada por Don Juan Manuel entre 1330 y 1335 y que presenta una fuerte influencia de la cultura árabe.
Podemos mencionar dos grandes tipos de cuentos. Por un lado, los cuentos populares, que se asocian con las narraciones tradicionales que se transmiten en forma oral de generación en generación. Por el otro, encontramos a los cuentos literarios, vinculados al cuento moderno. Estos son relatos concebidos a través de la escritura y transmitidos de la misma forma.
En definitiva, las principales características del cuento son su carácter narrativo (se construye a partir de una sucesión de hechos), su pertenencia al mundo de la ficción (aunque pueden basarse en hechos reales, deben recortarse de la realidad para funcionar), su brevedad y su estructura argumental (con hechos entrelazados en una única línea argumental, en formato de introducción-nudo-desenlace).
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El cuento
Origen. Durante la Edad Media en España, se leían fábulas sánscritas de Persia, traducidas al árabe y luego al español. Estas fábulas marcaban el origen del cuento hispánico. En El libro de Calila e Dimna, por ejemplo, las fábulas eran didácticas pues enseñaban y aconsejaban a ser sabio y prudente. Las tramas de estas fábulas eran de una creación imaginativa y fantástica, pero estaban basadas en la realidad. Eran sencillas, sin adornos complicados. Sin embargo, a diferencia del cuento moderno, había en ellas digresiones. Las fábulas se encajaban una dentro de otra. Esta técnica es tolerable en la novela pero no en el cuento, puesto que rompe con la tensión de la trama y con el hilo narrativo.
Características. El cuento no se define sólo por su brevedad y porque, en general, se puede leerlo de un tirón. Aunque mucho es reducido en el cuento, como, por ejemplo, el desarrollo de varios personajes, otros elementos son exagerados. La economía ocurre con el número limitado de personajes en comparación con la novela. Tampoco hay tiempo para desarrollar el carácter de los personajes, como en la novela. Además, el interés en ellos reside más bien en su circunstancia y situación, y no en su personalidad y su evolución, como en la novela. Aunque puede haber escenas retrospectivas, en general, la intriga del cuento no permite muchas digresiones, como en la novela. En eso, la estructura cuentística se asemeja más al drama. Junto a esta acción única, hay la unidad de impresión necesaria para atrapar la atención del lector durante la lectura y para aislarlo del mundo que lo rodea.
Desde las primeras palabras del cuento, la intensidad de la narración y la tensión son de principal importancia. Se elimina toda idea o situación de relleno o transición; estos elementos están presentes en la novela, pero no en el cuento. En parte, se consigue la intensidad por medio de una condensación de los sucesos en el tiempo y el espacio. No hay partes independientes de la estructura total sino un orden de subordinación. El cuento, como el poema lírico, sólo se comprende en su totalidad. Y como el poema, también se desenvuelve de modo centrípeto, o sea, por medio de convergencias, asociaciones y correlaciones de sus partes.
El mundo del cuento no es completo como el de una novela, sino parcial. Con frecuencia, la acción empieza in media res; es decir, el cuento empieza de la acción sin que sepamos mucho de las circunstancias anteriores o pertinentes a la intriga, ni de los personajes. Se mantiene la tensión de esta narración breve por su forma sintética y económica, que esencialmente se enfoca en las acciones físicas y psíquicas de los personajes. Para describir estas características del cuento, el escritor argentino Julio Cortázar sugirió la siguiente metáfora del boxeo: la novela gana por puntos mientras que el cuento gana por knockout.
Cortázar ofreció otra metáfora para describir la diferencia entre el cuento y la novela, comparándolos a la fotografía y a la película. A nuestro parecer, la comparación describe la importancia del elemento de apertura que tiene el cuento. La novela es como una película en que se ven varias perspectivas sobre el mismo asunto. El cuento, en cambio, es como una fotografía en que se recorta sólo una pequeña imagen de la realidad. Esta breve imagen sugiere que hay más de lo que podemos percibir escondido detrás o más allá de la foto. Del mismo modo, el cuento crea una apertura en nosotros los lectores. No nos da suficiente relieve sobre el asunto para que formemos un cuadro completo de lo sucedido. Imaginamos la continuación de la historia más allá del texto. Por eso, hablamos de una apertura.
Un cuento (del latín compŭtus) es una narración breve de hechos imaginarios. No existe una extensión específica que determine qué relato es un cuento: por el contrario, las distancias entre un cuento extenso y una novela corta son difusas.
Lo cierto es que un cuento se caracteriza por ofrecer un argumento relativamente sencillo, con un grupo acotado de personajes y sin amplitud en los recursos narrativos.
Los historiadores señalan que el cuento, como género literario, nace en el Antiguo Egipto. El primer relato conocido del que se tiene registro es aquel protagonizado por los hermanos Anup y Bata. El texto fue hallado en un papiro de unos 3.250 años de antigüedad: con el tiempo, se escribieron otras 700 versiones de este mismo cuento. Como curiosidad (o no), cabe destacar que este relato pre-bíblico ofrece varias similitudes con la historia de Adán y Eva.
En cuanto a los cuentos escritos en castellano, el antecedente más antiguo es la colección conocida como “El conde Lucanor”, que fue recopilada por Don Juan Manuel entre 1330 y 1335 y que presenta una fuerte influencia de la cultura árabe.
Podemos mencionar dos grandes tipos de cuentos. Por un lado, los cuentos populares, que se asocian con las narraciones tradicionales que se transmiten en forma oral de generación en generación. Por el otro, encontramos a los cuentos literarios, vinculados al cuento moderno. Estos son relatos concebidos a través de la escritura y transmitidos de la misma forma.
En definitiva, las principales características del cuento son su carácter narrativo (se construye a partir de una sucesión de hechos), su pertenencia al mundo de la ficción (aunque pueden basarse en hechos reales, deben recortarse de la realidad para funcionar), su brevedad y su estructura argumental (con hechos entrelazados en una única línea argumental, en formato de introducción-nudo-desenlace).