Rubén Darío (nicaragüense, 1867-1916). El padre del modernismo, el poeta de las piedras preciosas, cuyo verdadero nombre era Félix Rubén García Sarmiento. Se dice que cambió de nombre para seguir la tradición de su familia a quienes denominaban "los Darío", honró un antepasado suyo de nombre Darío, por lo que el poeta, además de la admiración que sentía por el famoso rey persa, adoptó este nombre como apellido y se convirtió así en Rubén Darío. Debido a un revés amoroso, el famoso poeta emigró a Chile, donde publicó su primer libro titulado Azul en 1888, iniciando con ello la corriente del modernismo. Después viajó por Europa y en España conoció a las grandes figuras de la literatura. Se casó con la escritora salvadoreña Rafaela Contreras en 1890; al morir su esposa, el poeta sufrió un golpe terrible del cual nunca se repuso del todo; a su memoria escribió el poema El poeta pregunta por Stella. Fue nombrado cónsul de Colombia en Buenos Aires, en donde impulsó el naciente modernismo argentino. Volvió a España, donde publicó su segunda obra importante Prosas profanas (1896). Desde entonces viajó por Inglaterra, África, Italia, Bélgica, Alemania, Austria-Hungría, donde vivió años de gloria y de bohemia. En 1905, a los 38 años, publicó Cantos de vida y esperanza. Abandonado por sus patrocinadores en Nueva York y gravemente enfermo de pulmonía llega a León, Nicaragua, para morir el 5 de febrero de 1916 a los 46 años.
Ramón López Velarde (1888-1921), nació en Jerez, Zacatecas, México. Estudió en el seminario de la capital de su estado, vivió siempre a la sombra de sus musas, como su inolvidable Josefa de los Ríos (Fuensanta), la figura delicada, frágil y "con prestigio de almidón"; Águeda, su prima y Genoveva, la del piano, la temática fúnebre de su poesía posmodernista.
En medio de las luchas revolucionarias, Velarde escribió sus primeros poemas. En 1911 se recibió como abogado. En 1916 publicó su primer libro La sangre devota, cuyos poemas reflejaban influencias de Lugones y Herrera. En 1917, con Enrique González Martínez, dirigió la revista Pegaso. Fue profesor de literatura en la Escuela Nacional Preparatoria; escribió en periódicos y revistas, como: Revista de Revistas, Vida Moderna, El Universal Ilustrado, México Moderno y otras. Por último, fue colaborador de la revista El Maestro, de José Vasconcelos.
Ramón López Velarde impulsó la modernización de la poesía mexicana por medio de su poesía sincera y audaz. Fue dueño de un estilo original en el que su materia prima es el sentimiento puro.
Después de la muerte de Fuensanta, se enamoró de Margarita Quijano con quien protagonizó "el enigma del amor más intenso y más indescifrable de toda la poesía mexicana". Su obra poética se encuentra contenida en los libros: Primeras poesías (1905-1912), La sangre devota (1916), Zozobra (1919). El son del corazón (1932). Ramón López Velarde murió en la madrugada del 19 de junio de 1921, y en ese mismo año apareció su poema más conocido Suave Patria.
La frustración, el erotismo, la muerte y el conflicto que causó en él la pasión por las mujeres y su educación religiosa, se combinaron y dieron como resultado una poesía llena de metáforas e imágenes audaces, en la cual predominan las palabras cultas y rebuscadas.
Como buen modernista, llenó su poesía de color; Veamos este ejemplo tomado del poema Mi prima Águeda:
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Deseo
Manuel Gutiérrez Nájera
¿No ves cual prende la flexible yedra
entre las grietas del altar sombrío?
Puesto como enlaza a la marmórea piedra
quiero enlazar tu corazón bien mío.
¿Ves cual penetra el rayo de la luna
las quietas ondas sin turbar la calma?
Pues tal como se interna en la laguna
quiero bajar al fondo de tu alma.
Quiero en tu corazón, sencillo y tierno,
acurrucar mis sueños entumidos
como al llegar la noche del invierno
se acurrucan las aves en sus nidos.
Espinelas
Salvador Díaz Mirón
Que como el perro que lame
la mano de su señor,
el miedo ablande el rigor
con el llanto que derrame;
que la ignorancia reclame
al cielo el bien que le falta.
Yo, con la frente muy alta,
cual retando al rayo a herirme
soportaré sin rendirme
la tempestad que me asalta.
No esperes en tu piedad
que no inflexible se tuerza:
yo seré esclavo por fuerza
pero no por voluntad.
Mi indomable vanidad
no se aviene a ruin papel.
¿Humillarme? Ni ante aquel
que enciende y apaga el día.
Si yo fuera ángel, sería
el soberbio ángel Luzbel.
El hombre de corazón
nunca cede a la malicia.
¡No hay más Dios que la justicia
ni más ley que la razón!
¿Sujetarme a la presión
del levita o el escriba?
¿Doblegar la frente altiva
ante torpes soberanos?
Yo no acepto a los tiranos
ni aquí abajo ni allá arriba.
POEMAS DE RUBÉN DARÍO Y RAMÓN LÓPEZ VELARDE
Rubén Darío (nicaragüense, 1867-1916). El padre del modernismo, el poeta de las piedras preciosas, cuyo verdadero nombre era Félix Rubén García Sarmiento. Se dice que cambió de nombre para seguir la tradición de su familia a quienes denominaban "los Darío", honró un antepasado suyo de nombre Darío, por lo que el poeta, además de la admiración que sentía por el famoso rey persa, adoptó este nombre como apellido y se convirtió así en Rubén Darío. Debido a un revés amoroso, el famoso poeta emigró a Chile, donde publicó su primer libro titulado Azul en 1888, iniciando con ello la corriente del modernismo. Después viajó por Europa y en España conoció a las grandes figuras de la literatura. Se casó con la escritora salvadoreña Rafaela Contreras en 1890; al morir su esposa, el poeta sufrió un golpe terrible del cual nunca se repuso del todo; a su memoria escribió el poema El poeta pregunta por Stella. Fue nombrado cónsul de Colombia en Buenos Aires, en donde impulsó el naciente modernismo argentino. Volvió a España, donde publicó su segunda obra importante Prosas profanas (1896). Desde entonces viajó por Inglaterra, África, Italia, Bélgica, Alemania, Austria-Hungría, donde vivió años de gloria y de bohemia. En 1905, a los 38 años, publicó Cantos de vida y esperanza. Abandonado por sus patrocinadores en Nueva York y gravemente enfermo de pulmonía llega a León, Nicaragua, para morir el 5 de febrero de 1916 a los 46 años.
Ramón López Velarde (1888-1921), nació en Jerez, Zacatecas, México. Estudió en el seminario de la capital de su estado, vivió siempre a la sombra de sus musas, como su inolvidable Josefa de los Ríos (Fuensanta), la figura delicada, frágil y "con prestigio de almidón"; Águeda, su prima y Genoveva, la del piano, la temática fúnebre de su poesía posmodernista.
En medio de las luchas revolucionarias, Velarde escribió sus primeros poemas. En 1911 se recibió como abogado. En 1916 publicó su primer libro La sangre devota, cuyos poemas reflejaban influencias de Lugones y Herrera. En 1917, con Enrique González Martínez, dirigió la revista Pegaso. Fue profesor de literatura en la Escuela Nacional Preparatoria; escribió en periódicos y revistas, como: Revista de Revistas, Vida Moderna, El Universal Ilustrado, México Moderno y otras. Por último, fue colaborador de la revista El Maestro, de José Vasconcelos.
Ramón López Velarde impulsó la modernización de la poesía mexicana por medio de su poesía sincera y audaz. Fue dueño de un estilo original en el que su materia prima es el sentimiento puro.
Después de la muerte de Fuensanta, se enamoró de Margarita Quijano con quien protagonizó "el enigma del amor más intenso y más indescifrable de toda la poesía mexicana". Su obra poética se encuentra contenida en los libros: Primeras poesías (1905-1912), La sangre devota (1916), Zozobra (1919). El son del corazón (1932). Ramón López Velarde murió en la madrugada del 19 de junio de 1921, y en ese mismo año apareció su poema más conocido Suave Patria.
La frustración, el erotismo, la muerte y el conflicto que causó en él la pasión por las mujeres y su educación religiosa, se combinaron y dieron como resultado una poesía llena de metáforas e imágenes audaces, en la cual predominan las palabras cultas y rebuscadas.
Como buen modernista, llenó su poesía de color; Veamos este ejemplo tomado del poema Mi prima Águeda:
saludos.☺
Manuel Gutiérrez Nájera
¿No ves cual prende la flexible yedra
entre las grietas del altar sombrío?
Puesto como enlaza a la marmórea piedra
quiero enlazar tu corazón bien mío.
¿Ves cual penetra el rayo de la luna
las quietas ondas sin turbar la calma?
Pues tal como se interna en la laguna
quiero bajar al fondo de tu alma.
Quiero en tu corazón, sencillo y tierno,
acurrucar mis sueños entumidos
como al llegar la noche del invierno
se acurrucan las aves en sus nidos.
Lo tardío - Medardo Angel Silva (Ecuador)
Madre: la vida enferma y triste que me has dado,
no vale los dolores que te ha costado;
no vale tu sufrir intenso madre mía,
este brote de llanto y de melancolía.
¡Ay! ¿Por qué no expiró el fruto de tu amor,
así como agonizan tantos frutos en flor?
¿Por qué, cuando soñaba mis sueños infantiles,
en la cuna, a la sombra de las gasas sutiles,
de un ángulo del cuarto no salió una serpiente
que al ceñir sus anillos en mi cuello inocente,
con la flexible gracia de una mujer querida,
me hubiera librado del horror de la vida?
¡Más valiera no ser a este vivir de llanto,
a este amasar con lágrimas el pan de nuestro canto,
al lento laborar del dolor exquisito,
del alma ebria de luz y enferma de infinito!