Un elefante ocupa mucho espacio (1975), dos años después de que se publicara y uno después de que ganara un premio internacional. Aducía la dictadura que “se trata de cuentos destinados al público con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria para la tarea de captación ideológica del accionar subversivo” y también que “de su análisis surge una posición que agravia a la moral, a la familia, al ser humano y a la sociedad que este compone”. Solo pudo publicarse el libro nuevamente en Argentina en 1984, con la vuelta de la democracia.
Que pasen cosas como esta indigna, sin duda, pero también alienta pensar que un gobierno autoritario dio tanta importancia a la publicación de un libro infantil. Dice Vargas Llosa que lo primero que una dictadura secuestra de la sociedad que oprime es su literatura. Entonces se hace patente eso que los lectores apasionados por la literatura sabemos: que ella es capaz de transformar las vidas, en varios sentidos, de quienes leen; que ella es capaz de hacernos más críticos, a nivel personal y a nivel social, de la realidad circundante.
Un elefante ocupa mucho espacio está compuesto por 15 bellos cuentos que muestran además un gran respeto por su lector, niño o no. No son de ninguna forma narraciones panfletarias. Hablan sobre la libertad, sobre la imaginación, sobre la belleza y la fuerza de la palabra, sobre el amor y el desamor, sobre cómo nuestras mejores intenciones pueden ser malinterpretadas.
Son cuentos divertidos e ingeniosos, además. En el cuento que le da nombre al volumen vemos cómo los animales de un circo, liderados por Víctor, el elefante, se revelan contra el dueño y de este modo consiguen recuperar sin ansiada libertad; en “Mi potranca negra” un niño comparte con nosotros su poderosa imaginación; en “Caso Gaspar” el protagonista no camina sobre los pies, sino sobre las manos, por más que a la autoridad esto le cause inquietud; quizá el cuento más triste del libro (y es bueno que los lectores niños sepan que la vida también es triste) sea “Cuento gigante”, inspirado en un poema de Nazim Hikmet, que nos cuenta la historia de un gigante que se enamora de una mujer demasiado pequeña, no solo de tamaño.
Ignoro si este libro se consiga fuera de Argentina, pero si es así, recomiendo ampliamente su lectura, tanto a grandes como a chicos (ni se diga a los lectores argentinos que no lo conozcan). Un elefante ocupa mucho espacio nos muestra, con sencilla elocuencia, que, como ya decía de El oso que no lo era, la mejor literatura infantil no es la didáctica ni la solo inocua, sino aquella que seduce a los niños a la vez que los inquieta, mostrándoles lo diverso y complejo del mundo.
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Un elefante ocupa mucho espacio (1975), dos años después de que se publicara y uno después de que ganara un premio internacional. Aducía la dictadura que “se trata de cuentos destinados al público con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria para la tarea de captación ideológica del accionar subversivo” y también que “de su análisis surge una posición que agravia a la moral, a la familia, al ser humano y a la sociedad que este compone”. Solo pudo publicarse el libro nuevamente en Argentina en 1984, con la vuelta de la democracia.
Que pasen cosas como esta indigna, sin duda, pero también alienta pensar que un gobierno autoritario dio tanta importancia a la publicación de un libro infantil. Dice Vargas Llosa que lo primero que una dictadura secuestra de la sociedad que oprime es su literatura. Entonces se hace patente eso que los lectores apasionados por la literatura sabemos: que ella es capaz de transformar las vidas, en varios sentidos, de quienes leen; que ella es capaz de hacernos más críticos, a nivel personal y a nivel social, de la realidad circundante.
Un elefante ocupa mucho espacio está compuesto por 15 bellos cuentos que muestran además un gran respeto por su lector, niño o no. No son de ninguna forma narraciones panfletarias. Hablan sobre la libertad, sobre la imaginación, sobre la belleza y la fuerza de la palabra, sobre el amor y el desamor, sobre cómo nuestras mejores intenciones pueden ser malinterpretadas.
Son cuentos divertidos e ingeniosos, además. En el cuento que le da nombre al volumen vemos cómo los animales de un circo, liderados por Víctor, el elefante, se revelan contra el dueño y de este modo consiguen recuperar sin ansiada libertad; en “Mi potranca negra” un niño comparte con nosotros su poderosa imaginación; en “Caso Gaspar” el protagonista no camina sobre los pies, sino sobre las manos, por más que a la autoridad esto le cause inquietud; quizá el cuento más triste del libro (y es bueno que los lectores niños sepan que la vida también es triste) sea “Cuento gigante”, inspirado en un poema de Nazim Hikmet, que nos cuenta la historia de un gigante que se enamora de una mujer demasiado pequeña, no solo de tamaño.
Ignoro si este libro se consiga fuera de Argentina, pero si es así, recomiendo ampliamente su lectura, tanto a grandes como a chicos (ni se diga a los lectores argentinos que no lo conozcan). Un elefante ocupa mucho espacio nos muestra, con sencilla elocuencia, que, como ya decía de El oso que no lo era, la mejor literatura infantil no es la didáctica ni la solo inocua, sino aquella que seduce a los niños a la vez que los inquieta, mostrándoles lo diverso y complejo del mundo.
ke las apariencias no siempre engañan?? xDDD hahajajjaa
si me pones un pequeño resumen del cuento con gusto te ayudo ya que trate de buscar el cuento por internet para ayudarte y no lo encontre. ¡Suerte!
jqajajajaj simple mente es un personaje en el cuento no?