La palabra pregón se deriva del verbo pregonar, que significa publicar en voz alta una cosa, para general conocimiento, por lo que con antelación inmediata se imponía silencio al auditorio, haciendo sonar algún instrumento por encima de voces y ruidos.
Antiguamente, en el siglo XVI el silencio se imponía con redobles de tambor, a los que acudía el vecindario para enterarse del acontecimiento anunciado; posteriormente, si el asunto lo requería por su importancia, se pegaban pasquines en las esquinas y plazas públicas, ya que no todos podían presenciar el acto
También pregones se denomina a las voces que los/as vendedores/as ambulantes proferían por las calles, anunciando sus productos. (Actualmente las Ordenanzas Municipales lo prohiben). Normalmente aquéllos eran habituales, y a cada uno se le reconocía no sólo por su voz sino por su manera de vocear característica. Los más frecuentes eran los que anunciaban frutas, con el Buenos melones; Buenas naranjas; Sandía a cala; Melón maduro; etc: existiendo otros más característicos como eran: A las názula(4), Pescadilla, besugo, merluza, alme..jas; Sár..dinas.. fres..cas; Peces vivitos, pe..ces; y así muchos más.
Por último, y con la acepción que prácticamente ya sólo se usa, pregón es también el que con motivo de fiestas, por un personaje conocido y notorio por su actividad pública, desde un balcón o escenario, y haciendo referencia a la historia del lugar y a la del acontecimiento que se celebra, las ensalza y elogia anunciando su celebración, e invitando a vecinos y forasteros a participar en ellas con sana alegría.
A diferencia de los anteriores que eran breves, éstos son de mayor duración, pero el pregonero no debe ignorar, que a partir de los cuatro o cinco minutos de discurso, lo que se diga, aunque el autor lo considere interesante, y le haya costado un oran esfuerzo documentarse, en general, a muy pocos interesa; se le oye pero no se le escucha; el murmullo aparece y aumenta de intensidad; se oyen comentarios de vaya tío pesado, o similares, por lo que se hace necesario terminar, recuperando el entusiasmo de los oyentes con “vivas", como mínimo dados al nombre del pueblo y al del patrón de las fiestas, que suelen contestarse con bastante entusiasmo, en parte, porque es la señal de que el discurso ha terminado, y porque con su final, las fiestas han comenzado, que es de lo que se trata
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La palabra pregón se deriva del verbo pregonar, que significa publicar en voz alta una cosa, para general conocimiento, por lo que con antelación inmediata se imponía silencio al auditorio, haciendo sonar algún instrumento por encima de voces y ruidos.
Antiguamente, en el siglo XVI el silencio se imponía con redobles de tambor, a los que acudía el vecindario para enterarse del acontecimiento anunciado; posteriormente, si el asunto lo requería por su importancia, se pegaban pasquines en las esquinas y plazas públicas, ya que no todos podían presenciar el acto
También pregones se denomina a las voces que los/as vendedores/as ambulantes proferían por las calles, anunciando sus productos. (Actualmente las Ordenanzas Municipales lo prohiben). Normalmente aquéllos eran habituales, y a cada uno se le reconocía no sólo por su voz sino por su manera de vocear característica. Los más frecuentes eran los que anunciaban frutas, con el Buenos melones; Buenas naranjas; Sandía a cala; Melón maduro; etc: existiendo otros más característicos como eran: A las názula(4), Pescadilla, besugo, merluza, alme..jas; Sár..dinas.. fres..cas; Peces vivitos, pe..ces; y así muchos más.
Por último, y con la acepción que prácticamente ya sólo se usa, pregón es también el que con motivo de fiestas, por un personaje conocido y notorio por su actividad pública, desde un balcón o escenario, y haciendo referencia a la historia del lugar y a la del acontecimiento que se celebra, las ensalza y elogia anunciando su celebración, e invitando a vecinos y forasteros a participar en ellas con sana alegría.
A diferencia de los anteriores que eran breves, éstos son de mayor duración, pero el pregonero no debe ignorar, que a partir de los cuatro o cinco minutos de discurso, lo que se diga, aunque el autor lo considere interesante, y le haya costado un oran esfuerzo documentarse, en general, a muy pocos interesa; se le oye pero no se le escucha; el murmullo aparece y aumenta de intensidad; se oyen comentarios de vaya tío pesado, o similares, por lo que se hace necesario terminar, recuperando el entusiasmo de los oyentes con “vivas", como mínimo dados al nombre del pueblo y al del patrón de las fiestas, que suelen contestarse con bastante entusiasmo, en parte, porque es la señal de que el discurso ha terminado, y porque con su final, las fiestas han comenzado, que es de lo que se trata