El 2° gobierno de Rosas abarcó de 1835 a 1852, ya que este era renovado en su cargo cada cinco años, siempre con la suma del poder público. El flamante gobernador realizó una votación en Buenos Aires con el objetivo de saber si el pueblo estaba de acuerdo, o no, con su elección. La votación resultó ampliamente favorable: de 9720 sufragios, solo 7 se manifestaron en contra. Surgió entonces una “dictadura legal”, ya que la concentración de poderes se basaba en una ley de la Junta de Representantes refrendada por el voto de los ciudadanos.
Características del gobierno rosista:
* Política: Rosas restableció el uso de la divisa punzó y persiguió a los enemigos políticos; “La Mazorca” incrementó su acción contra los opositores, muchos de los cuales se vieron obligados a emigrar. Montevideo se convirtió en el centro donde se núcleo la oposición, formada por los antiguos unitarios emigrados en 1829 y los federales cismáticos, que lo hicieron desde 1833 en adelante. A ellos se sumaron los jóvenes de la generación del ’37.
La Junta de Representantes era informada cada año por el Ejecutivo y debía aprobar el presupuesto provincial. Las elecciones para integrar la Legislatura, repetidas anualmente, siempre confirmaban la lista oficial; Rosas era reelegido y se le confería, otra vez, la suma del poder. A su vez, Rosas publicaba el estado de la Hacienda Pública en la Gaceta Mercantil.
Numerosos jueces fueron removidos, pero los tribunales de justicia mantuvieron sus atribuciones, aunque Rosas se ocupó personalmente de las causas que consideraba importantes. En esos casos nombraba jueces especiales bajo su dirección.
* Economía: La economía rosista se basó en la expansión de la ganadería y la exportación de productos como cuero, tasajo, cebo y crines. Los saladeros también fueron muy importantes. El gobierno mantuvo a Buenos Aires como puerto y aduana única y no permitió la libre navegación de los ríos. También otorgó subsidios a las provincia. En los últimos años del gobierno de Rosas el comercio exterior fue bueno y se logró a un equilibrio en la balanza comercial. El comercio interior no logró reactivarse.
En 1835 se dictó la Ley de aduana, que duraría hasta 1838. La ley aumentaba los aranceles de la aduana para que los productos importados suban sus precios y tengan más dificultades al competir con los nacionales.
Las finanzas de Buenos Aires estuvieron equilibradas debido a que Rosas impuso un control estricto sobre los gastos y los impuestos. Para controlar los gastos eliminó el presupuesto de educación y sanidad y emitió moneda sin respaldo, que mantuvo gracias a su poder.
Durante su segundo gobierno Rosas exigió el pago de la renta de enfiteusis y luego las ofreció en venta. De esta forma, los enfiteutas se convirtieron en grandes terratenientes.
* Sociedad: Durante el segundo gobierno de Rosas, el uso del color rojo punzó se hizo muy popular, ya que era símbolo de federalismo y de apoyo al gobernador. El rosismo tomó un carácter telúrico y nacional, opuesto a los ideales europeos de Rivadavia, que careció de respaldo mayoritario. La defensa de la religión católica fue otra de las premisas del gobierno: se reabrieron conventos y se devolvieron a las órdenes religiosas bienes confiscados por la reforma rivadaviana.
El gobierno rosista se caracterizó por contar con un gran apoyo por parte del pueblo: hacendados, comerciantes, viejos militares de tiempos de la Independencia, sectores medios y bajos apoyaron incondicionalmente al “restaurador de las leyes”. Los grandes terratenientes y comerciantes se beneficiaron económicamente con la exclusividad de la aduana porteña y la venta de tierras públicas. En las ciudades, Rosas compartía bailes, fiestas y juegos con los sectores bajos de la sociedad, quienes lo sentían cercano a ellos. Rosas estableció el Paternalismo político, es decir, el generar en las clases bajas el sentimiento de ser un “padre” que cuida, conoce y protege a sus “hijos”.
Los sectores que se opusieron a Rosas fueron los unitarios y los intelectuales (escritores, abogados y periodistas) quienes debieron exiliarse en países limítrofes para evitar la persecución rosista.
Al estallar un conflicto que se había suscitado entre Salta y Tucumán, Rosas logró que Manuel Vicente Maza enviara como mediador al general Facundo Quiroga, que residía en Buenos Aires. En el trayecto, éste fue emboscado y asesinado en Barranca Yaco, provincia de Córdoba, el 16 de febrero de 1835 por Santos Pérez, un sicario vinculado a los hermanos Reynafé, que gobernaban Córdoba.
La muerte de Quiroga provocó un clima de inestabilidad y violencia, por lo que Maza presentó su renuncia el 7 de marzo de ese año. La legislatura llamó a Rosas para que se hiciera cargo del gobierno provincial. Rosas condicionó su aceptación a que se le otorgase la "suma del poder público", por la cual la representación y ejercicio de los tres poderes del estado recaerían en el gobernador, sin necesidad de rendir cuenta de su ejercicio. La legislatura aceptó esta imposición, dictando ese mismo día la correspondiente ley.
La suma del poder público se le otorgó con el compromiso de:
Conservar, defender y proteger la religión Católica Apostólica Romana.
Sostener la causa nacional de la Federación.
El ejercicio de la suma del poder público duraría "todo el tiempo que el Gobernador considere necesario".
No disolvió la legislatura ni los tribunales; por el momento, la suma del poder aparecía como la sanción legal del carácter excepcional que tenía su mandato. La naturaleza dictatorial de esa institución política afloraría más tarde, cuando Rosas hiciera uso de todo ese poder.
Por otro lado este asesinato le dio a Rosas la oportunidad única de no compartir el mando del partido federal, que hasta entonces se había repartido con Quiroga y López. Éste, en tanto que protector de los Reynafé, quedó muy debilitado; y moriría a mediados de 1838. Incluso los caudillos con poder propio cayeron en su órbita, como Juan Felipe Ibarra, de Santiago del Estero, y José Félix Aldao, de Mendoza.
Debido a que el país no contaba por entonces con una constitución propia —su caída sería, en 1853, condición necesaria para su sanción— los poderes de los que gozó Rosas en su segundo mandato han sido superiores a los de un presidente de facto, ya que dentro de éstos incluyó el de administrar justicia. Gran parte de la historiografía argentina sigue considerando a Rosas un dictador o un tirano, mientras que la corriente revisionista le niega tal carácter, considerándolo un defensor de la soberanía nacional.
Antes de asumir como gobernador, el Restaurador exigió que se realizara un plebiscito que confirmara el apoyo popular a su elección. El plebiscito se realizó entre los días 26 y 28 de marzo de 1835 y su resultado fue 9.713 votos a favor y 7 en contra. Por esos tiempos la provincia de Buenos Aires contaba con 60.000 habitantes, de los cuales no accedían al sufragio las mujeres ni los niños.
La Sala de Representantes nombró gobernador a Juan Manuel de Rosas el día 13 de abril de 1835 por el quinquenio que comprendía de 1835 a 1840.
El discurso que pronunció Rosas en el Fuerte, sede del gobierno provincial, al momento de la asunción de su segundo mandato como gobernador caracterizaría su posición frente a sus opositores:
¡Que de esa raza de monstruos no quede uno entre nosotros y que su persecución sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y de espanto a los demás que puedan venir en adelante!14
Rosas asumió su nuevo gobierno con la suma del poder público que utilizó para hostigar a sus disidentes fueran éstos federales o unitarios.
No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar. Debo decirlo en obsequio de la verdad histórica, nunca hubo un gobierno más popular, y deseado, ni más bien sostenido por la opinión. Los unitarios que en nada habían tomado parte, lo recibían al menos con indiferencia, los federales lomos negros, con desdén, pero sin oposición; los ciudadanos pacíficos lo esperaban como una bendición y un término a las crueles oscilaciones de dos largos años; la campaña, en fin, como el símbolo de su poder y la humillacion de los cajetillas de la CIUDAD. [...]
"[...] Concibese como ha podido suceder que en una provincia de cuatrocientos mil habitantes, según lo asegura la Gaceta, sólo hubiese tres votos contrarios al gobierno? Seria acaso que los disidentes no votaron? Nada de eso! No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar; los enfermos se levantaron de la cama a ir a dar su asentimiento, temerosos de que sus nombres fueran inscritos en algún negro registro; porque así se había insinuado.
El terror estaba ya en la atmósfera, y aunque el trueno no había estallado aún, todos veían la nube negra y torva que venía cubriendo el cielo." Domingo Faustino Sarmiento15
En este sentido, un retrato vívido de esa época ha sido el legado por la pluma de Esteban Echeverría en El matadero, cuento precursor del realismo rioplatense que transcurre en la provincia de Buenos Aires durante la década de 1830. Desde la óptica opositora, Echeverría describió las contiendas entre unitarios y federales, y las figuras del caudillo Juan Manuel de Rosas y sus seguidores, atribuyendo a estos últimos cualidades brutales y sanguinarias.
En cuanto asumió, Rosas ordenó la captura de Santos Pérez y los Reynafé, y tras un juicio que tardó años, fueron condenados a muerte y ejecutados. El juicio le dio a Rosas una autoridad nacional en un ámbito inesperado: su provincia tenía un tribunal penal de autoridad nacional. Esa autoridad no era legal pero era real, y aportó cierta unidad a la administración nacional.
Eliminó de todos los cargos públicos a sus opositores: expulsó a todos los empleados públicos que no fueran federales "netos", y borró del escalafón militar a los oficiales sospechosos de opositores, incluyendo a los exiliados. A continuación hizo obligatorio el lema de "Federación o muerte", que sería gradualmente reemplazado por "¡Mueran los salvajes unitarios!", para encabezar todos los documentos públicos; e impuso a los empleados públicos y militares el uso del cintillo punzó, que pronto sería usado por todos.
Entre los funcionarios separados de su cargo por orden del gobernador estuvo el Decano del Superior Tribunal de Justicia, Miguel Mariano de Villegas, por no merecer la confianza del gobierno.
Por oposición, más tarde los unitarios llevarían divisas celestes, lo que tendría un resultado inesperado: la bandera argentina era, hasta ese momento, de color azul y blanco. Los ejércitos de Rosas la empezaron a usar con un color azul oscuro, casi violeta; para diferenciarse, los unitarios la utilizaron de color celeste y blanco.16
Para conseguir sus objetivos políticos Rosas contó también con el apoyo de la Sociedad Popular Restauradora, con la cual en esa época se vinculaba especialmente su esposa Encarnación, integrada por el grupo más leal de sus partidarios. Y a través del cuerpo parapolicial de la Mazorca, que volvió a actuar en la persecución de sus adversarios.
Una vez que logró consolidar su poder impuso los criterios federales y formó alianzas con los líderes de las demás provincias argentinas, logrando el control del comercio y de los asuntos exteriores de la Confederación.
Answers & Comments
Verified answer
Segundo gobierno de Rosas (1835-1852).
El 2° gobierno de Rosas abarcó de 1835 a 1852, ya que este era renovado en su cargo cada cinco años, siempre con la suma del poder público. El flamante gobernador realizó una votación en Buenos Aires con el objetivo de saber si el pueblo estaba de acuerdo, o no, con su elección. La votación resultó ampliamente favorable: de 9720 sufragios, solo 7 se manifestaron en contra. Surgió entonces una “dictadura legal”, ya que la concentración de poderes se basaba en una ley de la Junta de Representantes refrendada por el voto de los ciudadanos.
Características del gobierno rosista:
* Política: Rosas restableció el uso de la divisa punzó y persiguió a los enemigos políticos; “La Mazorca” incrementó su acción contra los opositores, muchos de los cuales se vieron obligados a emigrar. Montevideo se convirtió en el centro donde se núcleo la oposición, formada por los antiguos unitarios emigrados en 1829 y los federales cismáticos, que lo hicieron desde 1833 en adelante. A ellos se sumaron los jóvenes de la generación del ’37.
La Junta de Representantes era informada cada año por el Ejecutivo y debía aprobar el presupuesto provincial. Las elecciones para integrar la Legislatura, repetidas anualmente, siempre confirmaban la lista oficial; Rosas era reelegido y se le confería, otra vez, la suma del poder. A su vez, Rosas publicaba el estado de la Hacienda Pública en la Gaceta Mercantil.
Numerosos jueces fueron removidos, pero los tribunales de justicia mantuvieron sus atribuciones, aunque Rosas se ocupó personalmente de las causas que consideraba importantes. En esos casos nombraba jueces especiales bajo su dirección.
* Economía: La economía rosista se basó en la expansión de la ganadería y la exportación de productos como cuero, tasajo, cebo y crines. Los saladeros también fueron muy importantes. El gobierno mantuvo a Buenos Aires como puerto y aduana única y no permitió la libre navegación de los ríos. También otorgó subsidios a las provincia. En los últimos años del gobierno de Rosas el comercio exterior fue bueno y se logró a un equilibrio en la balanza comercial. El comercio interior no logró reactivarse.
En 1835 se dictó la Ley de aduana, que duraría hasta 1838. La ley aumentaba los aranceles de la aduana para que los productos importados suban sus precios y tengan más dificultades al competir con los nacionales.
Las finanzas de Buenos Aires estuvieron equilibradas debido a que Rosas impuso un control estricto sobre los gastos y los impuestos. Para controlar los gastos eliminó el presupuesto de educación y sanidad y emitió moneda sin respaldo, que mantuvo gracias a su poder.
Durante su segundo gobierno Rosas exigió el pago de la renta de enfiteusis y luego las ofreció en venta. De esta forma, los enfiteutas se convirtieron en grandes terratenientes.
* Sociedad: Durante el segundo gobierno de Rosas, el uso del color rojo punzó se hizo muy popular, ya que era símbolo de federalismo y de apoyo al gobernador. El rosismo tomó un carácter telúrico y nacional, opuesto a los ideales europeos de Rivadavia, que careció de respaldo mayoritario. La defensa de la religión católica fue otra de las premisas del gobierno: se reabrieron conventos y se devolvieron a las órdenes religiosas bienes confiscados por la reforma rivadaviana.
El gobierno rosista se caracterizó por contar con un gran apoyo por parte del pueblo: hacendados, comerciantes, viejos militares de tiempos de la Independencia, sectores medios y bajos apoyaron incondicionalmente al “restaurador de las leyes”. Los grandes terratenientes y comerciantes se beneficiaron económicamente con la exclusividad de la aduana porteña y la venta de tierras públicas. En las ciudades, Rosas compartía bailes, fiestas y juegos con los sectores bajos de la sociedad, quienes lo sentían cercano a ellos. Rosas estableció el Paternalismo político, es decir, el generar en las clases bajas el sentimiento de ser un “padre” que cuida, conoce y protege a sus “hijos”.
Los sectores que se opusieron a Rosas fueron los unitarios y los intelectuales (escritores, abogados y periodistas) quienes debieron exiliarse en países limítrofes para evitar la persecución rosista.
Un abrazo grande!!!
Al estallar un conflicto que se había suscitado entre Salta y Tucumán, Rosas logró que Manuel Vicente Maza enviara como mediador al general Facundo Quiroga, que residía en Buenos Aires. En el trayecto, éste fue emboscado y asesinado en Barranca Yaco, provincia de Córdoba, el 16 de febrero de 1835 por Santos Pérez, un sicario vinculado a los hermanos Reynafé, que gobernaban Córdoba.
La muerte de Quiroga provocó un clima de inestabilidad y violencia, por lo que Maza presentó su renuncia el 7 de marzo de ese año. La legislatura llamó a Rosas para que se hiciera cargo del gobierno provincial. Rosas condicionó su aceptación a que se le otorgase la "suma del poder público", por la cual la representación y ejercicio de los tres poderes del estado recaerían en el gobernador, sin necesidad de rendir cuenta de su ejercicio. La legislatura aceptó esta imposición, dictando ese mismo día la correspondiente ley.
La suma del poder público se le otorgó con el compromiso de:
Conservar, defender y proteger la religión Católica Apostólica Romana.
Sostener la causa nacional de la Federación.
El ejercicio de la suma del poder público duraría "todo el tiempo que el Gobernador considere necesario".
No disolvió la legislatura ni los tribunales; por el momento, la suma del poder aparecía como la sanción legal del carácter excepcional que tenía su mandato. La naturaleza dictatorial de esa institución política afloraría más tarde, cuando Rosas hiciera uso de todo ese poder.
Por otro lado este asesinato le dio a Rosas la oportunidad única de no compartir el mando del partido federal, que hasta entonces se había repartido con Quiroga y López. Éste, en tanto que protector de los Reynafé, quedó muy debilitado; y moriría a mediados de 1838. Incluso los caudillos con poder propio cayeron en su órbita, como Juan Felipe Ibarra, de Santiago del Estero, y José Félix Aldao, de Mendoza.
Debido a que el país no contaba por entonces con una constitución propia —su caída sería, en 1853, condición necesaria para su sanción— los poderes de los que gozó Rosas en su segundo mandato han sido superiores a los de un presidente de facto, ya que dentro de éstos incluyó el de administrar justicia. Gran parte de la historiografía argentina sigue considerando a Rosas un dictador o un tirano, mientras que la corriente revisionista le niega tal carácter, considerándolo un defensor de la soberanía nacional.
Antes de asumir como gobernador, el Restaurador exigió que se realizara un plebiscito que confirmara el apoyo popular a su elección. El plebiscito se realizó entre los días 26 y 28 de marzo de 1835 y su resultado fue 9.713 votos a favor y 7 en contra. Por esos tiempos la provincia de Buenos Aires contaba con 60.000 habitantes, de los cuales no accedían al sufragio las mujeres ni los niños.
La Sala de Representantes nombró gobernador a Juan Manuel de Rosas el día 13 de abril de 1835 por el quinquenio que comprendía de 1835 a 1840.
El discurso que pronunció Rosas en el Fuerte, sede del gobierno provincial, al momento de la asunción de su segundo mandato como gobernador caracterizaría su posición frente a sus opositores:
¡Que de esa raza de monstruos no quede uno entre nosotros y que su persecución sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y de espanto a los demás que puedan venir en adelante!14
Rosas asumió su nuevo gobierno con la suma del poder público que utilizó para hostigar a sus disidentes fueran éstos federales o unitarios.
No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar. Debo decirlo en obsequio de la verdad histórica, nunca hubo un gobierno más popular, y deseado, ni más bien sostenido por la opinión. Los unitarios que en nada habían tomado parte, lo recibían al menos con indiferencia, los federales lomos negros, con desdén, pero sin oposición; los ciudadanos pacíficos lo esperaban como una bendición y un término a las crueles oscilaciones de dos largos años; la campaña, en fin, como el símbolo de su poder y la humillacion de los cajetillas de la CIUDAD. [...]
"[...] Concibese como ha podido suceder que en una provincia de cuatrocientos mil habitantes, según lo asegura la Gaceta, sólo hubiese tres votos contrarios al gobierno? Seria acaso que los disidentes no votaron? Nada de eso! No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar; los enfermos se levantaron de la cama a ir a dar su asentimiento, temerosos de que sus nombres fueran inscritos en algún negro registro; porque así se había insinuado.
El terror estaba ya en la atmósfera, y aunque el trueno no había estallado aún, todos veían la nube negra y torva que venía cubriendo el cielo." Domingo Faustino Sarmiento15
En este sentido, un retrato vívido de esa época ha sido el legado por la pluma de Esteban Echeverría en El matadero, cuento precursor del realismo rioplatense que transcurre en la provincia de Buenos Aires durante la década de 1830. Desde la óptica opositora, Echeverría describió las contiendas entre unitarios y federales, y las figuras del caudillo Juan Manuel de Rosas y sus seguidores, atribuyendo a estos últimos cualidades brutales y sanguinarias.
En cuanto asumió, Rosas ordenó la captura de Santos Pérez y los Reynafé, y tras un juicio que tardó años, fueron condenados a muerte y ejecutados. El juicio le dio a Rosas una autoridad nacional en un ámbito inesperado: su provincia tenía un tribunal penal de autoridad nacional. Esa autoridad no era legal pero era real, y aportó cierta unidad a la administración nacional.
Eliminó de todos los cargos públicos a sus opositores: expulsó a todos los empleados públicos que no fueran federales "netos", y borró del escalafón militar a los oficiales sospechosos de opositores, incluyendo a los exiliados. A continuación hizo obligatorio el lema de "Federación o muerte", que sería gradualmente reemplazado por "¡Mueran los salvajes unitarios!", para encabezar todos los documentos públicos; e impuso a los empleados públicos y militares el uso del cintillo punzó, que pronto sería usado por todos.
Entre los funcionarios separados de su cargo por orden del gobernador estuvo el Decano del Superior Tribunal de Justicia, Miguel Mariano de Villegas, por no merecer la confianza del gobierno.
Por oposición, más tarde los unitarios llevarían divisas celestes, lo que tendría un resultado inesperado: la bandera argentina era, hasta ese momento, de color azul y blanco. Los ejércitos de Rosas la empezaron a usar con un color azul oscuro, casi violeta; para diferenciarse, los unitarios la utilizaron de color celeste y blanco.16
Para conseguir sus objetivos políticos Rosas contó también con el apoyo de la Sociedad Popular Restauradora, con la cual en esa época se vinculaba especialmente su esposa Encarnación, integrada por el grupo más leal de sus partidarios. Y a través del cuerpo parapolicial de la Mazorca, que volvió a actuar en la persecución de sus adversarios.
Una vez que logró consolidar su poder impuso los criterios federales y formó alianzas con los líderes de las demás provincias argentinas, logrando el control del comercio y de los asuntos exteriores de la Confederación.