Ernesto y Juliana eran un matrimonio feliz. Vivían en una pequeña casita situada a pocos metros de Playa Azul, donde casi no concurre gente, a menos que estén en temporada. Igualmente la pareja no solía pasar mucho tiempo en la playa. Los fines de semana preferían pasarlo juntos en su jardín, enorme, lleno de plantas, con un árbol de moras al costado de una gran parrilla hecha con ladrillos y un limonero al costado de un sendero que conducía a una mesa de madera cubierta por una sombrilla.
A Juliana le gustaba prepararle el desayuno a su esposo, todas las mañanas con los panes y mermeladas que él prefería, tejer, aprender nuevas recetas, despertar acurrucada en los brazos de su marido, caminar por la orilla del mar de su mano y su exquisito perfume que podía apreciar cuando él se preparaba para ir a trabajar.
A Ernesto le gustaba la forma en que su mujer preparaba el desayuno, leer el diario, los animales, hacer asados todos los domingos y todas las noches, darle a su esposa mientras duerme, un dulce beso en la mejilla, para luego acostarse a su lado sin hacer ruido.
Todo marchaba bien, hasta que un día mientras Ernesto estaba en el trabajo, Juliana escuchó sonar un celular. Guiada por el sonido del mismo se dirigió hacia la habitación. Sobre la mesita de luz se encontraba el celular de Ernesto, que lo había olvidado. Apresurada Juliana contesta la llamada:
- Hola
Nadie respondió el saludo.
- ¡Hola! - Repitió con más entusiasmo.
- Buen día, ¿este es el celular de Ernesto?
- Sí, ¿Quién habla?
- ¿Quién habla ahí?
- La esposa
Hubo un breve silencio y se corto la comunicación. Con lo ocurrido Juliana quedó pensativa el resto del día.
Ernesto debía regresar a las 23 hs como siempre, pero a las 23:45, y con Juliana ya muy preocupada, llamó para informarle que tenía mucho por resolver en el trabajo, así que tendría que quedarse después de hora, y que no tenía certeza de cuando terminaría.
Inmediatamente después de oír a su marido y del llamado que tanto la había perturbado, Juliana comenzó a sospechar que Ernesto le era infiel.
Al cabo de unas horas decidió calmarse, dormirse de una vez y ver como todo fluía con el tiempo para confirmar o no sus sospechas.
Al día siguiente todo transcurrió con la normalidad habitual, pero una vez sentados en el jardín, desayunando, Juliana le hizo algunas preguntas:
- Querido, ayer cuando te fuiste a trabajar, olvidaste tu celular, un rato después de tu partida, sonó y conteste con el derecho que me da ser tu esposa.
- Por supuesto, ¿y qué ocurrió?
- Era una mujer...
- ¿Cuál era su nombre?
- No lo sé, porque cuando le dije que era tu esposa cortó sin decir nada más.
- ¡qué raro!, tal vez haya sido una equivocación.
- Tal vez... - contesto segundos más tarde Juliana.
Ella sabía que no se trataba de una equivocación ya que la mujer había preguntado por Ernesto.
Pasaron algunos meses, Juliana se había vuelto fría y más distante, estaba paranoica, se la podía ver casi todo el día muy pensativa en su sillón favorito. Ya no reinaba la armonía en el hogar. Había discusiones cotidianas, con el agregado de agresiones, no solamente verbales, sino físicas. Ernesto mientras tanto se mostraba también pensativo, confundido, y con una actitud distante provocada por el comportamiento de la propia Juliana.
Una de sus tardes de meditación, cómodamente sentada en el sillón de terciopelo bordó, que adoraba acariciar con sus dedos, ella por fin halló una solución. Se dio cuenta que no enfrentar la realidad entristecía su vida. Las agresiones no conducían a nada y decidió hablar con su marido y aclarar el tema.
Sabía que debía comenzar la conversación sin agredir verbalmente a su marido, que debía escuchar y hacerse escuchar. No levantar la voz. Concentrarse en lo que debía conversar era una solución para no desviar el tema.
No fue una charla fácil, hubo varios momentos de silencio, para evitar pelear. Pero luego de varias horas de conversación cada uno pudo comprender lo que había sucedido y así poder reparar tanto daño ocasionado durante los últimos meses.
Es un cuento realista que trata de mostrar que las peleas, gritos e insultos no conducen a nada. y que no hay nada mejor que el diálogo para aclarar cualquier confusión. Es importante saber escuchar y hacerse escuchar.
una vez una chica de 4 años que jugaba en elpatio de su casa, de pronto visualizo una jaula en la cual se encontraba un ave de hermoso canto y brillante plumaje, la chica lo observó y notó que estaba triste y no comÃa lo mucho, que solo daba saltos de un columpio a un palito de la jaula; de pronto tuvo una idea y abrió la jaula, el ave empezó a revolotear por toda la casa, los familiares de la niña trataron de atraparlo y encerrarlo nuevamente, la niña en cambio abrió la ventana y dejo que volara libre como el viento hacia los árboles en donde el ave se poso y en agradecimiento entono lindos cantos.
A veces se sentÃa un poco extraño. Sobre todo cuando tenÃa oportunidad de estar a solas. Pero no era frecuente que lo dejaran solo. El pavo no aguanta la soledad, ni soporta que otros se dediquen a ella. Es bicho de andar siempre en bandada, sacando pecho para impresionar, abriendo la cola y arrastrando el ala. Cualquier cosa que les impresione, es inmediatamente respondida con una sonora burla. Cosa muy tÃpica de estos pajarones, que a pesar de ser grandes, no vuelan.
Desorientado, el pobre animalito se dejó sacar de su embrujo y siguió a su compañera que lo devolvió a la pavada. Retomó su vida normal, siempre atormentado por una profunda insatisfacción interior que lo hacÃa sentir extraño.
Nunca descubrió su verdadera identidad de cóndor. Y llegado a viejo, un dÃa murió.
¡Si!, lamentablemente murió en la pavada, como habÃa vivido. ¡Y pensar que habÃa nacido para las cumbres!
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El cuento refiere cómo mucha gente se deja arrastrar por la mayorÃa y no aprovecha sus mejores cualidades. Este texto nos invita a mejorar, a crecer como personas y no a seguir a "la manada".
Erase una vez una niña de 4 años que jugaba en la sala de su casa; de pronto descubrió una jaula en la cual se encontraba un pájaro de hermoso canto y brillante plumaje, la niña lo observó y notó que estaba triste y no comÃa lo suficiente, que solo daba saltos de un columpio a un palito de la jaula; de pronto tuvo una idea y abrió la jaula, el ave empezó a revolotear por toda la casa, los familiares de la niña trataron de atraparlo y encerrarlo nuevamente, la niña en cambio abrió la ventana y dejo que volara libre como el viento hacia los árboles en donde el ave se poso y en agradecimiento entono lindos cantos.
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La llamada
Ernesto y Juliana eran un matrimonio feliz. Vivían en una pequeña casita situada a pocos metros de Playa Azul, donde casi no concurre gente, a menos que estén en temporada. Igualmente la pareja no solía pasar mucho tiempo en la playa. Los fines de semana preferían pasarlo juntos en su jardín, enorme, lleno de plantas, con un árbol de moras al costado de una gran parrilla hecha con ladrillos y un limonero al costado de un sendero que conducía a una mesa de madera cubierta por una sombrilla.
A Juliana le gustaba prepararle el desayuno a su esposo, todas las mañanas con los panes y mermeladas que él prefería, tejer, aprender nuevas recetas, despertar acurrucada en los brazos de su marido, caminar por la orilla del mar de su mano y su exquisito perfume que podía apreciar cuando él se preparaba para ir a trabajar.
A Ernesto le gustaba la forma en que su mujer preparaba el desayuno, leer el diario, los animales, hacer asados todos los domingos y todas las noches, darle a su esposa mientras duerme, un dulce beso en la mejilla, para luego acostarse a su lado sin hacer ruido.
Todo marchaba bien, hasta que un día mientras Ernesto estaba en el trabajo, Juliana escuchó sonar un celular. Guiada por el sonido del mismo se dirigió hacia la habitación. Sobre la mesita de luz se encontraba el celular de Ernesto, que lo había olvidado. Apresurada Juliana contesta la llamada:
- Hola
Nadie respondió el saludo.
- ¡Hola! - Repitió con más entusiasmo.
- Buen día, ¿este es el celular de Ernesto?
- Sí, ¿Quién habla?
- ¿Quién habla ahí?
- La esposa
Hubo un breve silencio y se corto la comunicación. Con lo ocurrido Juliana quedó pensativa el resto del día.
Ernesto debía regresar a las 23 hs como siempre, pero a las 23:45, y con Juliana ya muy preocupada, llamó para informarle que tenía mucho por resolver en el trabajo, así que tendría que quedarse después de hora, y que no tenía certeza de cuando terminaría.
Inmediatamente después de oír a su marido y del llamado que tanto la había perturbado, Juliana comenzó a sospechar que Ernesto le era infiel.
Al cabo de unas horas decidió calmarse, dormirse de una vez y ver como todo fluía con el tiempo para confirmar o no sus sospechas.
Al día siguiente todo transcurrió con la normalidad habitual, pero una vez sentados en el jardín, desayunando, Juliana le hizo algunas preguntas:
- Querido, ayer cuando te fuiste a trabajar, olvidaste tu celular, un rato después de tu partida, sonó y conteste con el derecho que me da ser tu esposa.
- Por supuesto, ¿y qué ocurrió?
- Era una mujer...
- ¿Cuál era su nombre?
- No lo sé, porque cuando le dije que era tu esposa cortó sin decir nada más.
- ¡qué raro!, tal vez haya sido una equivocación.
- Tal vez... - contesto segundos más tarde Juliana.
Ella sabía que no se trataba de una equivocación ya que la mujer había preguntado por Ernesto.
Pasaron algunos meses, Juliana se había vuelto fría y más distante, estaba paranoica, se la podía ver casi todo el día muy pensativa en su sillón favorito. Ya no reinaba la armonía en el hogar. Había discusiones cotidianas, con el agregado de agresiones, no solamente verbales, sino físicas. Ernesto mientras tanto se mostraba también pensativo, confundido, y con una actitud distante provocada por el comportamiento de la propia Juliana.
Una de sus tardes de meditación, cómodamente sentada en el sillón de terciopelo bordó, que adoraba acariciar con sus dedos, ella por fin halló una solución. Se dio cuenta que no enfrentar la realidad entristecía su vida. Las agresiones no conducían a nada y decidió hablar con su marido y aclarar el tema.
Sabía que debía comenzar la conversación sin agredir verbalmente a su marido, que debía escuchar y hacerse escuchar. No levantar la voz. Concentrarse en lo que debía conversar era una solución para no desviar el tema.
No fue una charla fácil, hubo varios momentos de silencio, para evitar pelear. Pero luego de varias horas de conversación cada uno pudo comprender lo que había sucedido y así poder reparar tanto daño ocasionado durante los últimos meses.
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Es un cuento realista que trata de mostrar que las peleas, gritos e insultos no conducen a nada. y que no hay nada mejor que el diálogo para aclarar cualquier confusión. Es importante saber escuchar y hacerse escuchar.
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No es un cuento breve pero espero que te ayude. SUERTE
una vez una chica de 4 años que jugaba en elpatio de su casa, de pronto visualizo una jaula en la cual se encontraba un ave de hermoso canto y brillante plumaje, la chica lo observó y notó que estaba triste y no comÃa lo mucho, que solo daba saltos de un columpio a un palito de la jaula; de pronto tuvo una idea y abrió la jaula, el ave empezó a revolotear por toda la casa, los familiares de la niña trataron de atraparlo y encerrarlo nuevamente, la niña en cambio abrió la ventana y dejo que volara libre como el viento hacia los árboles en donde el ave se poso y en agradecimiento entono lindos cantos.
Esta historia nos muestra que debemos tener amor por los animales ya que ellos también tienen derecho a ser libres y a vivir y comer en sus espacios.
MORIR EN LA PAVADA
de Mamerto Menapace.
Una vez un catamarqueño que andaba repechando la cordillera, encontró entre las rocas de las cumbres un extraño huevo. Era demasiado grande para ser de gallina. Además hubiera sido difÃcil que este animal llegara hasta allá para depositarlo y resultaba demasiado chico para ser de avestruz. No sabiendo lo que era, decidió llevárselo. Cuando llegó a su casa, se lo entregó a la patrona, que justamente tenÃa una pava empollando una nidada de huevos recién colocados. Viendo que más o menos era del tamaño de los otros, fue y lo colocó también a éste debajo de la pava clueca.
Dio la casualidad que para cuando empezaron a romper los cascarones los pavitos, también lo hizo el pichón que se empollaba en el huevo traÃdo de las cumbres. Y aunque resultó un animalito no del todo igual, no desentonaba demasiado del resto de la nidada. Y sin embargo se trataba de un pichón de cóndor. Sà señor, de cóndor, como usted oye. Aunque habÃa nacido al calor de la pava clueca, la vida le venÃa de otra fuente.
Como no tenÃa de donde aprender otra cosa, el bichito imitó lo que veÃa hacer. Piaba como los otros pavitos, y seguÃa a la pava grande en busca de gusanitos, semillas y desperdicios. Escarbaba la tierra, y a los saltos trataba de arrancar las frutitas maduras del tutiá. VivÃa en el gallinero, y le tenÃa miedo a los cuzcos lanudos que muchas veces venÃan a disputarle lo que la patrona tiraba en el patio de atrás, después de las comidas. De noche se subÃa a las ramas del algarrobo por miedo de las comadrejas y otras alimañas. VivÃa totalmente en la pavada, haciendo lo que veÃa hacer a los demás.
A veces se sentÃa un poco extraño. Sobre todo cuando tenÃa oportunidad de estar a solas. Pero no era frecuente que lo dejaran solo. El pavo no aguanta la soledad, ni soporta que otros se dediquen a ella. Es bicho de andar siempre en bandada, sacando pecho para impresionar, abriendo la cola y arrastrando el ala. Cualquier cosa que les impresione, es inmediatamente respondida con una sonora burla. Cosa muy tÃpica de estos pajarones, que a pesar de ser grandes, no vuelan.
Un mediodÃa de cielo claro y nubes blancas allá en las alturas, nuestro animalito quedó sorprendido al ver unas extrañas aves que planeaban majestuosas, casi sin mover las alas. Sintió como un sacudón en lo profundo de su ser. Algo asà como un llamado viejo que querÃa despertarlo en lo Ãntimo de sus fibras. Sus ojos acostumbrados a mirar siempre el suelo en busca de comida, no lograban distinguir lo que sucedÃa en las alturas. Pero su corazón despertó a una nostalgia poderosa. ¿Y él, por que no volaba asÃ? El corazón le latió apresurado y ansioso. Pero en ese momento se le acercó una pava preguntándole lo que estaba haciendo. Se rÃo de él cuando sintió su confidencia. Le dijo que era un romántico, y que se dejara de tonterÃas. Ellos estaban en otra cosa. TenÃa que ser realista y acompañarla a un lugar donde habÃa encontrado mucha frutita madura y todo tipo de gusanos.
Desorientado, el pobre animalito se dejó sacar de su embrujo y siguió a su compañera que lo devolvió a la pavada. Retomó su vida normal, siempre atormentado por una profunda insatisfacción interior que lo hacÃa sentir extraño.
Nunca descubrió su verdadera identidad de cóndor. Y llegado a viejo, un dÃa murió.
¡Si!, lamentablemente murió en la pavada, como habÃa vivido. ¡Y pensar que habÃa nacido para las cumbres!
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El cuento refiere cómo mucha gente se deja arrastrar por la mayorÃa y no aprovecha sus mejores cualidades. Este texto nos invita a mejorar, a crecer como personas y no a seguir a "la manada".
El ser humano debe decidirse a ser él mismo y no dejarse llevar por modas o por lo que los otros digan.
Espero haberte ayudado con la actividad.
Saludos cordiales.
El mirlo
Erase una vez una niña de 4 años que jugaba en la sala de su casa; de pronto descubrió una jaula en la cual se encontraba un pájaro de hermoso canto y brillante plumaje, la niña lo observó y notó que estaba triste y no comÃa lo suficiente, que solo daba saltos de un columpio a un palito de la jaula; de pronto tuvo una idea y abrió la jaula, el ave empezó a revolotear por toda la casa, los familiares de la niña trataron de atraparlo y encerrarlo nuevamente, la niña en cambio abrió la ventana y dejo que volara libre como el viento hacia los árboles en donde el ave se poso y en agradecimiento entono lindos cantos.
Esta historia nos muestra que debemos tener amor por los animales ya que ellos también tienen derecho a ser libres y a vivir y comer en sus espacios.