Hay tres teorías estéticas o perspectivas principales para juzgar el arte: el realismo, formalismo y emocionalismo.
El emocionalismo, como su nombre lo dice, implica juzgar una obra de arte por las emociones que ésta te provoca. Para ello, es necesario que identifiques qué elementos (línea, color, textura, espacio, figura, forma, ect) y principios (balance, ritmo, énfasis, armonía, etc) son usados y de qué forma te causan estos sentimientos.
Recuerdo que en mi clase de Historia del Arte vimos que el periodo barroco debía analizarse desde la perspectiva emocionalista. Esto se debe a que en aquella época en España e Italia (países donde se dio el movimiento) estaban llevando a cabo la contrarreforma, movimiento dedicado a fortalecer el Catolicismo en contra de la Reforma Protestante que estaba cobrando cada vez más seguidores en Europa. Si te fijas muchísimas obras barrocas tienen temas religiosos sumamente emotivos, como esculturas y pinturas de santos en sufrimiento, la virgen, cristo, etc.
SoPhia . Nuestro mundo religioso ha sido invadido por el emocionalismo, el concepto que la fe en Dios proviene de las emociones y que por más emoción, más fe hay. Debido a este concepto, la meta de las reuniones de los emocionalistas no es tanto el aprender de la palabra de Dios, sino el aumentar las emociones con la predicación frenética, los testimonios emotivos y más que nada, la música apasionada. La esperanza es que de las emociones producidas por la música y los testimonios, nazca y crezca la fe. Así, las emociones llegan a ser un fin en si mismo y son procuradas más que cualquier otra cosa, aun la palabra de Dios. El emocionalismo destruye almas porque desvía al hombre de lo que produce la verdadera fe, la palabra de Dios (Rom. 10:17). A través de él los hombres llegan a confiar en sus sentimientos en vez de la palabra divina (Prov. 16:25). CONCLUSION. Gocemos de las emociones que provienen de la verdadera fe, pero no nos engañemos a pensar que las emociones son un fin en si mismo. Las emociones deben ser productos naturales de la verdadera fe, y no la base de ella.
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Hay tres teorías estéticas o perspectivas principales para juzgar el arte: el realismo, formalismo y emocionalismo.
El emocionalismo, como su nombre lo dice, implica juzgar una obra de arte por las emociones que ésta te provoca. Para ello, es necesario que identifiques qué elementos (línea, color, textura, espacio, figura, forma, ect) y principios (balance, ritmo, énfasis, armonía, etc) son usados y de qué forma te causan estos sentimientos.
Recuerdo que en mi clase de Historia del Arte vimos que el periodo barroco debía analizarse desde la perspectiva emocionalista. Esto se debe a que en aquella época en España e Italia (países donde se dio el movimiento) estaban llevando a cabo la contrarreforma, movimiento dedicado a fortalecer el Catolicismo en contra de la Reforma Protestante que estaba cobrando cada vez más seguidores en Europa. Si te fijas muchísimas obras barrocas tienen temas religiosos sumamente emotivos, como esculturas y pinturas de santos en sufrimiento, la virgen, cristo, etc.
SoPhia . Nuestro mundo religioso ha sido invadido por el emocionalismo, el concepto que la fe en Dios proviene de las emociones y que por más emoción, más fe hay. Debido a este concepto, la meta de las reuniones de los emocionalistas no es tanto el aprender de la palabra de Dios, sino el aumentar las emociones con la predicación frenética, los testimonios emotivos y más que nada, la música apasionada. La esperanza es que de las emociones producidas por la música y los testimonios, nazca y crezca la fe. Así, las emociones llegan a ser un fin en si mismo y son procuradas más que cualquier otra cosa, aun la palabra de Dios. El emocionalismo destruye almas porque desvía al hombre de lo que produce la verdadera fe, la palabra de Dios (Rom. 10:17). A través de él los hombres llegan a confiar en sus sentimientos en vez de la palabra divina (Prov. 16:25). CONCLUSION. Gocemos de las emociones que provienen de la verdadera fe, pero no nos engañemos a pensar que las emociones son un fin en si mismo. Las emociones deben ser productos naturales de la verdadera fe, y no la base de ella.
no usar la razon para tomar decisiones ni para hacer juicios sino a traves de los sentimientos y las emociones