Rafael y Cristina, esperaban al resto llegar. Aún no eran las 11 del mediodía. Luego llegó Leticia y Marcela. Más tarde Carlos y Manuel. Se dispusieron a tomar mate. Luego de almorzar hicieron una caminata. El casa era grande y había cerca un riachuelo. Cristina contó que a veces entraban animales a la casa, vacas. Parece que Cristina y Rafael no comen carne. Empiezan a hablar de algunas experiencias raras, relacionadas con las vacas.
- CAPÍTULO IV
Carlos, en complicidad con Cristina, relata cómo conoció a Clara, una chica que atendía una cantina en Los Molles, lugar donde vivía él y fue a pasar unas vacaciones. La cosa es que Carlos cuenta cómo era Clara, callada, muy sumisa, a penas hablaba, aunque él buscaba oportunidad para poder entablar una conversación. Carlos siempre iba por una “coca”. Las primeras palabras se las pudo sacar con tirabuzón. Cualquier cosa en ella había enamorado terriblemente a Carlos. Él insistía con sacarla a pasear, hasta que un día le dieron permiso de las ocho hasta las doce. Pasaron las horas en una confitería del centro y a las once Carlos se dispuso a llevarla. Al despedirse, con un movimiento rápido, Carlos alcanzó a besarla. Fue en ese preciso momento que encontró en Carla algo horrible, algo monstruoso que no podía decirlo en palabras.
Decidió no ir a la cantina por unos días.
Y a Clara volvió a verla pasada una semana. Ella fue a su casa a invitarlo para su cumpleaños.
Allí estaba Carlos en la casa de Clara. Conoció a sus hermanos, raros y a su mamá, que tenía una boca grande y horrible. Mientras cenaban todos permanecían callados, comían lentamente. Carlos quería salir de ese lugar y le pidió a Clara de ir a caminar. Fueron hacia el establo y allí el olor a guano y a excremento de vacas era penetrante. Mientras caminaban, en un instante Carlos no pudo zafar de Clara quién lo besó con su gran boca y su lengua dando vueltas, recordándole a la madre comiendo durante la cena. Salió corriendo y subió a su moto, mientras recordaba esa gigantesca boca de vaca que sacó Clara para besarlo.
Luego la novela comenta sobre la profesora de Inglés de los chicos. Una docente, llamada Susana, con un hijo, Nicolás y su marido. Susana era una excelente profesora, muy amable y muy preocupada por los alumnos. Los chicos, excepto Marcela, se habían hecho muy compinches con ella y solían ir a visitarla. Ella los quería como si fuesen sus hijos. Rafael, se fue un año a Inglaterra y ella se encargó de hacerle una despedida en su casa.
Susana se dispuso a corregir las pruebas, mientras comía con algo de culpa unos caramelos. Pensaba en pedirle a Leticia una dieta para adelgazar. Cuando terminó vio que todas las pruebas estaban bastante bien, salvo la última que tenía casi todas las respuestas mal. Era de una alumna. Se quedó preocupada, porque justamente se había encargado de explicarle la semana anterior. Le entristeció no poder aprobarla.
Esa tarde Susana entregó las notas y luego propuso una tarea. Al volver a su escritorio vio un papel doblado, que quedó allí, hasta que se retiraron todos. Susana juntó los trabajos y luego abrió esa nota. Quedó perpleja, los ojos se le llenaron de lágrimas: SOS UNA VACA. Pensó que no era justo. Trató de calmarse. Caminó sin rumbo. Pensó que era justo, pues se veía gorda como una vaca...
Paró en una esquina y vio un cartel de un lugar donde se hacen dietas o se busca adelgazar. Entró a preguntar. La doctora tardó en atenderla. Pensó que si tardaba más, llegaría Nicolás de la escuela y no la encontraría. Ya casi la atendía y decidió irse. En ese momento se desató una gran tormenta y no conseguía taxi.
Cuando Nicolás llegó a su casa, tocó timbre y nadie salió. Recordó que su mamá guardaba una llave debajo de una maceta. Buscó y al encontrarla abrió su casa. Una vez adentro se dispuso a mirar la tele, ir al baño. Pero recordó los caramelos de leche que su mamá le había comprado. Los buscó hasta que vio las bolsas de supermercado sobre la heladera. Corrió las sillas para alcanzarlas, alcanzó una, allí no estaban. Tuvo que ponerse en puntitas de pie para llegar a la otra. Pegó un saltito. En ese momento la silla hizo un ruido y Nicolás empezó a caer para atrás.
- CAPÍTULO V
Carlos terminó de contar su escalofriante experiencia con Clara. No podía entender sí era su imaginación o eso era verdad. Necesitaba contárselo a sus amigos. Como estaba dubitativo decidió ir a una curandera. Ella lo mandó a la casa de l hijo de un médico en Villa Fontana, que le había pasado algo similar.
Mientras Cristina y Marcela fueron a preparar café, Marcela le comentó a Cristina que no podía creerlo, a lo que Cristina seriamente le dijo que eso desgraciadamente puede ser cierto. Que sabía bien porqué se lo decía. Marcela comenzó a sentir cierto temor. No podía entender como una persona podría ser una especie de vaca.
Cristina comentó sobre una historia que había sucedido hace muchos años en esa misma casa. Ella había encontrado un escrito de su abuelo mientras limpiaban y acomodaban cosas. Decidió hablar de esto, ya que el relato de Carlos le hizo confiar en que estas cosas raras pueden suceder.
Estaba escrito en un cuaderno celeste, que aún permanecía en la casa y que todos aceptaron que Cristina lo leyera.
En el cuaderno, el abuelo de Cristina cuando era niño, contaba la historia de los Tüür, una familia venida de Hungría a principio del siglo XX. Habían llegado junto con las vacas y eran cinco de familia: el padre, la madre, dos hermanos gemelos y la hermana mayor. El padre se llamaba Lepo y Emma la hija mayor. Los varones trabajaban en el campo, siempre estaban en el corral. El padre parecía dirigir a sus hijos con la mirada. Caminaban silenciosos y lentamente. Una característica de los Tüür era que no hablaban. Solo lo hacían como último recurso. Casi no se relacionaban con la gente. A veces les decían “las bestias”. Cuenta como a su abuelo les producía rechazo esta familia. Otra característica de esta familia era que tenía la piel muy, muy blanca y fina y en algunas partes se les notaba las venas.
Un día de noche buena, luego de irse a dormir todos, como todo chico, le costó dormirse ya que quería jugar con su regalo de navidad. Fue esa noche que al quedarse despierto descubrió el secreto de los Tüür. Escuchó un ruido, como un gemido y se asomó por la ventana. Vio salir a los gemelos que comenzaron a dar vueltas en círculo. Al rato salió la madre que comenzó a dar vueltas su cabeza en círculos. Luego entraron.
Pasó el verano y estando jugando en su habitación escuchó un ruido, como un silbido, un golpeteo. Salió de su habitación y vio a Emma mirándose en el espejo con los ojos abiertos y la lengua afuera. Golpeaba con sus dedos el espejo. Se quedó paralizado y no podía reaccionar. Cuando Emma lo vio le dijo frunciendo el ceño: no diga nada.
Otra cosa que cuenta el cuaderno celeste es que en una oportunidad estaban marcando al ganado con hierro caliente y uno de los gemelos se interpuso entre las vacas y terminó marcado en la espalda. Era cosa de no creer. Los Tüür parecían animales y no personas.
Los Tüür estaban convirtiéndose en vacas. El abuelo de Cristina tenía sueños y en esos sueños se dio cuenta que los gemidos que escuchaban eran en realidad mugidos, sí, mugidos como mugen las vacas.
Tal es el horror, que aunque pasen los años jamás olvidará a los Tüür.
Cristina le escribe a Rafael una carta cuando estaba él en Inglaterra:
Le cuenta, luego de haberle avisado por teléfono, de la muerte de Nicolás, que Nicolás había muerto desnucado. Cómo le había afectado a Susana la nota que le dejara un alumno/a sobre el escritorio. Lo peor de todo es que gracias a esa nota Susana se había atrasado para llegar a su casa. Cristina estaba muy mal, porque quería mucho a Susana y sabía que a ella le preocupaba su gordura. Lo que no podía entender cómo alguien podía ser tan cruel. Carlos piensa que tienen que buscar al que hizo eso. Cristina le pide a Rafael que apure su regreso.
Rafael se quedó pensando y el estar en Inglaterra lo ponía mal. No haber podido estar junto a Susana en ese difícil momento y no estar junto a sus amigos que eran como de su familia. Esto lo desesperó y decidió volver a la Argentina.
Debajo de la carta de Cristina alcanzó a ver el titular del times, “Tragedia en Sothersby Farm” tomó el diario y lo leyó.
Esa noche Rafael no podía dejar de pensar en Susana, en Nicolás y en la vacas..
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- CAPÍTULO III
Rafael y Cristina, esperaban al resto llegar. Aún no eran las 11 del mediodía. Luego llegó Leticia y Marcela. Más tarde Carlos y Manuel. Se dispusieron a tomar mate. Luego de almorzar hicieron una caminata. El casa era grande y había cerca un riachuelo. Cristina contó que a veces entraban animales a la casa, vacas. Parece que Cristina y Rafael no comen carne. Empiezan a hablar de algunas experiencias raras, relacionadas con las vacas.
- CAPÍTULO IV
Carlos, en complicidad con Cristina, relata cómo conoció a Clara, una chica que atendía una cantina en Los Molles, lugar donde vivía él y fue a pasar unas vacaciones. La cosa es que Carlos cuenta cómo era Clara, callada, muy sumisa, a penas hablaba, aunque él buscaba oportunidad para poder entablar una conversación. Carlos siempre iba por una “coca”. Las primeras palabras se las pudo sacar con tirabuzón. Cualquier cosa en ella había enamorado terriblemente a Carlos. Él insistía con sacarla a pasear, hasta que un día le dieron permiso de las ocho hasta las doce. Pasaron las horas en una confitería del centro y a las once Carlos se dispuso a llevarla. Al despedirse, con un movimiento rápido, Carlos alcanzó a besarla. Fue en ese preciso momento que encontró en Carla algo horrible, algo monstruoso que no podía decirlo en palabras.
Decidió no ir a la cantina por unos días.
Y a Clara volvió a verla pasada una semana. Ella fue a su casa a invitarlo para su cumpleaños.
Allí estaba Carlos en la casa de Clara. Conoció a sus hermanos, raros y a su mamá, que tenía una boca grande y horrible. Mientras cenaban todos permanecían callados, comían lentamente. Carlos quería salir de ese lugar y le pidió a Clara de ir a caminar. Fueron hacia el establo y allí el olor a guano y a excremento de vacas era penetrante. Mientras caminaban, en un instante Carlos no pudo zafar de Clara quién lo besó con su gran boca y su lengua dando vueltas, recordándole a la madre comiendo durante la cena. Salió corriendo y subió a su moto, mientras recordaba esa gigantesca boca de vaca que sacó Clara para besarlo.
Luego la novela comenta sobre la profesora de Inglés de los chicos. Una docente, llamada Susana, con un hijo, Nicolás y su marido. Susana era una excelente profesora, muy amable y muy preocupada por los alumnos. Los chicos, excepto Marcela, se habían hecho muy compinches con ella y solían ir a visitarla. Ella los quería como si fuesen sus hijos. Rafael, se fue un año a Inglaterra y ella se encargó de hacerle una despedida en su casa.
Susana se dispuso a corregir las pruebas, mientras comía con algo de culpa unos caramelos. Pensaba en pedirle a Leticia una dieta para adelgazar. Cuando terminó vio que todas las pruebas estaban bastante bien, salvo la última que tenía casi todas las respuestas mal. Era de una alumna. Se quedó preocupada, porque justamente se había encargado de explicarle la semana anterior. Le entristeció no poder aprobarla.
Esa tarde Susana entregó las notas y luego propuso una tarea. Al volver a su escritorio vio un papel doblado, que quedó allí, hasta que se retiraron todos. Susana juntó los trabajos y luego abrió esa nota. Quedó perpleja, los ojos se le llenaron de lágrimas: SOS UNA VACA. Pensó que no era justo. Trató de calmarse. Caminó sin rumbo. Pensó que era justo, pues se veía gorda como una vaca...
Paró en una esquina y vio un cartel de un lugar donde se hacen dietas o se busca adelgazar. Entró a preguntar. La doctora tardó en atenderla. Pensó que si tardaba más, llegaría Nicolás de la escuela y no la encontraría. Ya casi la atendía y decidió irse. En ese momento se desató una gran tormenta y no conseguía taxi.
Cuando Nicolás llegó a su casa, tocó timbre y nadie salió. Recordó que su mamá guardaba una llave debajo de una maceta. Buscó y al encontrarla abrió su casa. Una vez adentro se dispuso a mirar la tele, ir al baño. Pero recordó los caramelos de leche que su mamá le había comprado. Los buscó hasta que vio las bolsas de supermercado sobre la heladera. Corrió las sillas para alcanzarlas, alcanzó una, allí no estaban. Tuvo que ponerse en puntitas de pie para llegar a la otra. Pegó un saltito. En ese momento la silla hizo un ruido y Nicolás empezó a caer para atrás.
- CAPÍTULO V
Carlos terminó de contar su escalofriante experiencia con Clara. No podía entender sí era su imaginación o eso era verdad. Necesitaba contárselo a sus amigos. Como estaba dubitativo decidió ir a una curandera. Ella lo mandó a la casa de l hijo de un médico en Villa Fontana, que le había pasado algo similar.
Mientras Cristina y Marcela fueron a preparar café, Marcela le comentó a Cristina que no podía creerlo, a lo que Cristina seriamente le dijo que eso desgraciadamente puede ser cierto. Que sabía bien porqué se lo decía. Marcela comenzó a sentir cierto temor. No podía entender como una persona podría ser una especie de vaca.
Cristina comentó sobre una historia que había sucedido hace muchos años en esa misma casa. Ella había encontrado un escrito de su abuelo mientras limpiaban y acomodaban cosas. Decidió hablar de esto, ya que el relato de Carlos le hizo confiar en que estas cosas raras pueden suceder.
Estaba escrito en un cuaderno celeste, que aún permanecía en la casa y que todos aceptaron que Cristina lo leyera.
En el cuaderno, el abuelo de Cristina cuando era niño, contaba la historia de los Tüür, una familia venida de Hungría a principio del siglo XX. Habían llegado junto con las vacas y eran cinco de familia: el padre, la madre, dos hermanos gemelos y la hermana mayor. El padre se llamaba Lepo y Emma la hija mayor. Los varones trabajaban en el campo, siempre estaban en el corral. El padre parecía dirigir a sus hijos con la mirada. Caminaban silenciosos y lentamente. Una característica de los Tüür era que no hablaban. Solo lo hacían como último recurso. Casi no se relacionaban con la gente. A veces les decían “las bestias”. Cuenta como a su abuelo les producía rechazo esta familia. Otra característica de esta familia era que tenía la piel muy, muy blanca y fina y en algunas partes se les notaba las venas.
Un día de noche buena, luego de irse a dormir todos, como todo chico, le costó dormirse ya que quería jugar con su regalo de navidad. Fue esa noche que al quedarse despierto descubrió el secreto de los Tüür. Escuchó un ruido, como un gemido y se asomó por la ventana. Vio salir a los gemelos que comenzaron a dar vueltas en círculo. Al rato salió la madre que comenzó a dar vueltas su cabeza en círculos. Luego entraron.
Pasó el verano y estando jugando en su habitación escuchó un ruido, como un silbido, un golpeteo. Salió de su habitación y vio a Emma mirándose en el espejo con los ojos abiertos y la lengua afuera. Golpeaba con sus dedos el espejo. Se quedó paralizado y no podía reaccionar. Cuando Emma lo vio le dijo frunciendo el ceño: no diga nada.
Otra cosa que cuenta el cuaderno celeste es que en una oportunidad estaban marcando al ganado con hierro caliente y uno de los gemelos se interpuso entre las vacas y terminó marcado en la espalda. Era cosa de no creer. Los Tüür parecían animales y no personas.
Los Tüür estaban convirtiéndose en vacas. El abuelo de Cristina tenía sueños y en esos sueños se dio cuenta que los gemidos que escuchaban eran en realidad mugidos, sí, mugidos como mugen las vacas.
Tal es el horror, que aunque pasen los años jamás olvidará a los Tüür.
Cristina le escribe a Rafael una carta cuando estaba él en Inglaterra:
Le cuenta, luego de haberle avisado por teléfono, de la muerte de Nicolás, que Nicolás había muerto desnucado. Cómo le había afectado a Susana la nota que le dejara un alumno/a sobre el escritorio. Lo peor de todo es que gracias a esa nota Susana se había atrasado para llegar a su casa. Cristina estaba muy mal, porque quería mucho a Susana y sabía que a ella le preocupaba su gordura. Lo que no podía entender cómo alguien podía ser tan cruel. Carlos piensa que tienen que buscar al que hizo eso. Cristina le pide a Rafael que apure su regreso.
Rafael se quedó pensando y el estar en Inglaterra lo ponía mal. No haber podido estar junto a Susana en ese difícil momento y no estar junto a sus amigos que eran como de su familia. Esto lo desesperó y decidió volver a la Argentina.
Debajo de la carta de Cristina alcanzó a ver el titular del times, “Tragedia en Sothersby Farm” tomó el diario y lo leyó.
Esa noche Rafael no podía dejar de pensar en Susana, en Nicolás y en la vacas..
Saludos y espero que te sirva!❤