En Grecia, como en la mayor parte del mundo antiguo, la educación estaba reservada
únicamente para los niños, y no para las niñas, y sólo para los que por su riqueza
pudieran permitírselo. Es decir, aquellas familias que no podían prescindir del hijo para
trabajar, o que no podían pagar a un maestro, no tenían acceso a la educación.
Hacia los siete años se ponía al niño bajo la tutela de un esclavo llamado “pedagogo”
(“paidos” significaba niño y “ago” conducir) que le enseñaba buenas maneras y le
conducía a la escuela a veces incluso, se quedaba con él en clase y luego le tomaba
las lecciones. Allí el niño pasaba buena parte del día.
La escuela estaba en la propia casa del maestro. Allí se sentaban en taburetes y
escribían en tablillas de madera encerada mediante “estilos”, una especie de lápiz con
un extremo acabado en punta y otro aplastado, para poder borrar lo escrito. Sólo en
ocasiones especiales escribían con pluma de caña y tinta sobre papiro (material
fabricado a pa
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LA EDUCACIÓN EN GRECIA.
En este tema vamos a tratar la educación de los niños atenienses, pero sólo de los varones, pues las niñas no pisaban nunca la escuela. Todo lo que aprende una joven ateniense -esencialmente las labores domésticas: cocina, tratamiento de la lana y tejido, y tal vez también algunos rudimentos de lectura, cálculo y música- lo aprende con su madre, con una abuela o las criadas de la familia. De hecho, las muchachas jóvenes apenas salen siquiera al patio interior de su casa, ya que deben vivir lejos de toda mirada, alejadas incluso de los miembros masculinos de su propia familia. Hecha esta salvedad, veamos cómo se educaban los niños atenienses.
En Atenas, la enseñanza, la asistencia a clase, no era obligatoria: el padre de familia gozaba de total libertad para educar a sus hijos o permitir que otros los educaran hasta los dieciocho años, edad en que el joven se convertía en ciudadano y debía realizar el servicio militar.
Hasta que el niño iba a la escuela (a los siete años), eran la madre y la nodriza quienes se ocupaban de él y le proporcionaban las primeras enseñanzas, que consistían en historias tradicionales, mitología y leyendas nacionales, y nada más, pues las pobres mujeres, que prácticamente nada habían aprendido, prácticamente nada podían enseñar.
A los siete años el niño comienza su "paideia", o formación cultural, pasando a la escuela, siempre de profesores particulares, donde cursaban tres asignaturas: gramática, música y gimnasia.