Los personajes principales son Diego Martínez e Inés de Vargas.
Diego Martínez es un mancebo toledano que después de seducir a Inés de Vargas parte para la guerra, no sin jurar a los pies de una imagen de Cristo casarse con Inés a su vuelta de Flandes. Pero cuando regresa pasados tres años, convertido en arrogante capitán, niega haber hecho promesa alguna. Inés apela entonces a la justicia, mas inútilmente por no haber testigos de lo que afirma; ya va a cejar cuando asegura que tiene uno: el Cristo de la Vega. No obstante la extrañeza del caso, los jueces deciden trasladarse al lugar donde está la imagen y tomarle declaración. Al formular las preguntas de rigor para que jure si es cierto lo alegado por Inés, se oye un "sí, lo fui" y los testigos ven que el Cristo tiene los labios entreabiertos como si hubiera hablado y la mano desclavada y estirada como para posarla en los autos.
Ambos personajes responden a características típicas del Romanticismo literario. Los protagonistas masculinos de estas leyendas, como el caso de Diego, suelen ser hidalgos de altos ideales, valerosos y dispuestos a morir por su Dios, por su rey y por su dama, emparentados sin duda con los que aparecían en los libros y en la escena de la época aúrea. Estos personajes toman en ocasiones los defectos por virtudes y llegan a confundir los desmanes del pendenciero con el valor, las hazañas donjuanescas con la hombría, la ignorancia con la sobriedad y la xenofobia con el patriotismo. Como los protagonistas de las novelas históricas de Walter Scott, los de Zorrilla no son héroes y la mayoría no pertenece a las clases más elevadas; suelen ser hijos de nobles provincianos o de hidalguillos rurales, quizá segundones, que marchan a lejanas tierras para hacer fortuna.
En el caso de los personajes femeninos, Zorrilla insiste sobre un temple moral y un recato que hacen de ella el equivalente femenino de los hidalgos castellanos. Para este tipo de mujer el honor de la familia es lo primero, y subordina su felicidad al cumplimiento de sus deberes de vasallo y de esposa. En ausencia de su marido desprecia las vanidades que se le presentan y puede pasar buena parte de su vida recluida. Inés de Vargas es la "doncella en apuros", inocente y pura, que aparece como un mito cosmogónico y fue el tipo simbólico más popular en la literatura medieval. Es objeto de asechanzas y peligros y espera protección y defensa del varón. Unas son víctimas de las maquinaciones de parientes o tutores como Valentina en "El talismán", otras viven esperando la vuelta de un amante que no llega, como sucede con Inés.
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Los personajes principales son Diego Martínez e Inés de Vargas.
Diego Martínez es un mancebo toledano que después de seducir a Inés de Vargas parte para la guerra, no sin jurar a los pies de una imagen de Cristo casarse con Inés a su vuelta de Flandes. Pero cuando regresa pasados tres años, convertido en arrogante capitán, niega haber hecho promesa alguna. Inés apela entonces a la justicia, mas inútilmente por no haber testigos de lo que afirma; ya va a cejar cuando asegura que tiene uno: el Cristo de la Vega. No obstante la extrañeza del caso, los jueces deciden trasladarse al lugar donde está la imagen y tomarle declaración. Al formular las preguntas de rigor para que jure si es cierto lo alegado por Inés, se oye un "sí, lo fui" y los testigos ven que el Cristo tiene los labios entreabiertos como si hubiera hablado y la mano desclavada y estirada como para posarla en los autos.
Ambos personajes responden a características típicas del Romanticismo literario. Los protagonistas masculinos de estas leyendas, como el caso de Diego, suelen ser hidalgos de altos ideales, valerosos y dispuestos a morir por su Dios, por su rey y por su dama, emparentados sin duda con los que aparecían en los libros y en la escena de la época aúrea. Estos personajes toman en ocasiones los defectos por virtudes y llegan a confundir los desmanes del pendenciero con el valor, las hazañas donjuanescas con la hombría, la ignorancia con la sobriedad y la xenofobia con el patriotismo. Como los protagonistas de las novelas históricas de Walter Scott, los de Zorrilla no son héroes y la mayoría no pertenece a las clases más elevadas; suelen ser hijos de nobles provincianos o de hidalguillos rurales, quizá segundones, que marchan a lejanas tierras para hacer fortuna.
En el caso de los personajes femeninos, Zorrilla insiste sobre un temple moral y un recato que hacen de ella el equivalente femenino de los hidalgos castellanos. Para este tipo de mujer el honor de la familia es lo primero, y subordina su felicidad al cumplimiento de sus deberes de vasallo y de esposa. En ausencia de su marido desprecia las vanidades que se le presentan y puede pasar buena parte de su vida recluida. Inés de Vargas es la "doncella en apuros", inocente y pura, que aparece como un mito cosmogónico y fue el tipo simbólico más popular en la literatura medieval. Es objeto de asechanzas y peligros y espera protección y defensa del varón. Unas son víctimas de las maquinaciones de parientes o tutores como Valentina en "El talismán", otras viven esperando la vuelta de un amante que no llega, como sucede con Inés.