Cuentan que en las tribus que habitaban a orillas del río Paraguay, cuando los muchachos llegaban a cierta edad debían pasar tres pruebas. La primera consistía en correr muy rápido, mucho más que el viento veloz.
Para superar la segunda tenían que nadar de un lado al otro del río. Por último debían cumplir con un extraño ritual: quedarse acostados sin moverse, muy quietos, tan quietos que no podían ni siquiera pestañear, durante un largo tiempo. Todos los jóvenes de esa tribu se entrenaban con gran dedicación para poder pasar esa prueba. Aprobarla, significaba pasar a ser adultos.
Una vez existió un joven llamado Jahé que sorprendió a todos con su destreza. Cuando le tocó realizar la primera prueba, muy pronto dejó atrás a los demás competidores. Cuando cruzó el río, mientras los otros luchaban para que la corriente no los llevara, él juntaba piedritas de colores que encontraba en el fondo. Cuando debió permanecer acostado, el se mantuvo tan quieto, que por más que saltaban, y hacían bromas a su alrededor, él permanecía inmóvil como una piedra. Así Jahé, pasó ha ser un adulto. Lo que nadie sabía era que mientras el joven corría, en las alas del viento escuchó la voz de una mujer como el canto de un ave. Esa misma voz fue la que lo alentó mientras cruzaba el río Paraguay y la que le permitió concentrarse cuando debió permanecer quieto.
Como era costumbre en esa época, el jefe de la tribu premió a Jahé concediéndole la mano de su hija. Jahé no podía aceptar ese ofrecimiento, pues la melodía que escuchó durante la prueba lo acompañaba día y noche. Jahé se había enamorado. El jefe de la tribu comenzaba ha impacientarse por la falta de decisión del joven.
Una mañana el muchacho elevó sus brazos al cielo pidiendo a su amada que lo ayudara a decidir. Entonces volvió a escuchar su voz. Las manos de Jahé comenzaron a moverse al compás de una suave música, hasta que tomaron el movimiento de las alas de un pájaro. Los que observaban la escena vieron con asombro cómo el cuerpo del joven comenzaba a transformarse en un pájaro y se perdía volando en el aire. El ave era de color pardo y desapareció en los bosque que bordean el Paraguay. Buscó entre los árboles a su amada pero no la encontró. Construyó una casita de barro para resguardarse de los rayos, los vientos y las lluvias. Por fin una mañana la dulce cantora se posó en su nido y desde entonces es su compañera.
Esa noche, como todas las noches previas a un matrimonio, se reunieron en consejo las familias de los novios con el cacique y el hechicero para la ceremonia de presagios.
El hechicero bailó, como siempre lo hacÃa, cantó… como siempre lo hacÃa y luego… arrojó al fuego un puñado de bayas como siempre. Y fue entonces… cuando sucedió lo que nunca ocurrÃa… el fuego se apagó, un viento muy fuerte tiñó con cenizas a los concurrentes y cuando todos miraban horrorizados lo ocurrido, el hechicero presagió grandes desgracias derivadas de aquel matrimonio.
Bajo tal influencia el cacique prohibió su realización.
Los enamorados convinieron fugarse a la selva donde establecerÃan su hogar.
A la noche siguiente huyeron, pero los indios los persiguieron lanzando flechas con agudas y e envenenadas puntas. Cuenta la vieja leyenda que cuando los jóvenes caÃan mortalmente heridos, un revuelo de plumas y trinos surgió en el lugar. Cuenta la vieja leyenda que ambos se transformaron en esas hermosas y simpáticas avecillas que empleando su habilidad para modelar hacen, cantando, su nido de barro.
Cuenta esa vieja leyenda que asà nació el hornero, pájaro laborioso de los campos argentinos.
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" LEYENDA DEL HORNERO "
Cuentan que en las tribus que habitaban a orillas del río Paraguay, cuando los muchachos llegaban a cierta edad debían pasar tres pruebas. La primera consistía en correr muy rápido, mucho más que el viento veloz.
Para superar la segunda tenían que nadar de un lado al otro del río. Por último debían cumplir con un extraño ritual: quedarse acostados sin moverse, muy quietos, tan quietos que no podían ni siquiera pestañear, durante un largo tiempo. Todos los jóvenes de esa tribu se entrenaban con gran dedicación para poder pasar esa prueba. Aprobarla, significaba pasar a ser adultos.
Una vez existió un joven llamado Jahé que sorprendió a todos con su destreza. Cuando le tocó realizar la primera prueba, muy pronto dejó atrás a los demás competidores. Cuando cruzó el río, mientras los otros luchaban para que la corriente no los llevara, él juntaba piedritas de colores que encontraba en el fondo. Cuando debió permanecer acostado, el se mantuvo tan quieto, que por más que saltaban, y hacían bromas a su alrededor, él permanecía inmóvil como una piedra. Así Jahé, pasó ha ser un adulto. Lo que nadie sabía era que mientras el joven corría, en las alas del viento escuchó la voz de una mujer como el canto de un ave. Esa misma voz fue la que lo alentó mientras cruzaba el río Paraguay y la que le permitió concentrarse cuando debió permanecer quieto.
Como era costumbre en esa época, el jefe de la tribu premió a Jahé concediéndole la mano de su hija. Jahé no podía aceptar ese ofrecimiento, pues la melodía que escuchó durante la prueba lo acompañaba día y noche. Jahé se había enamorado. El jefe de la tribu comenzaba ha impacientarse por la falta de decisión del joven.
Una mañana el muchacho elevó sus brazos al cielo pidiendo a su amada que lo ayudara a decidir. Entonces volvió a escuchar su voz. Las manos de Jahé comenzaron a moverse al compás de una suave música, hasta que tomaron el movimiento de las alas de un pájaro. Los que observaban la escena vieron con asombro cómo el cuerpo del joven comenzaba a transformarse en un pájaro y se perdía volando en el aire. El ave era de color pardo y desapareció en los bosque que bordean el Paraguay. Buscó entre los árboles a su amada pero no la encontró. Construyó una casita de barro para resguardarse de los rayos, los vientos y las lluvias. Por fin una mañana la dulce cantora se posó en su nido y desde entonces es su compañera.
Hola Bibi
LEYENDA DEL HORNERO
Pajarito cuyo nido tiene la forma de un horno de panadero, y del cual deriva su nombre, habita en el sudeste del Brasil, donde se lo llama Joao-Barreiro o forneiro y no se lo caza porque se asegura que este pájaro le enseñó a los indios a construir su morada; En Paraguay donde se lo llama oga-raity o alonso, en Uruguay y en la Argentina. Después de un chaparrón demuestra ruidosamente su alegrÃa, porque puede continuar amasando barro para fabricar su casa, con un canto alegre y tintineante, (aunque no es melódico y difiere de un pájaro a otro), se asemeja a una risa larga y jubilosa. Este señor tradicionalista del frac color avellana, es un gran trabajador y realiza su trabajo con alegrÃa pero descansa el santo dÃa de guardar, realizando su casa con una gran orientación y diseño que le permite protegerse de los temporales y de la invasión de alimañas y otros depredadores. Hace sus nidos junto a las viviendas en la horqueta de un árbol o en la cumbrera de un rancho porque parece gustar de la compañÃa del hombre.
Una de las leyendas difundidas por la región guaranà señala que Jahé, el hijo de un indio anciano, cierto dÃa en que perseguÃa a un carpincho, rendido por el cansancio se tendió a descansar en la orilla de un rÃo. Al despertar vio que de las aguas surgÃa una joven de extraordinaria belleza, quien dirigiéndose a su choza con ligero paso, dejó encendido su corazón de amor. Para aspirar a su mano , Jahé y otros indios fueron envueltos en cueros frescos de animales de la selva. A medida que el sol los contraÃa iban abandonando varios de los pretendientes, hasta que sólo quedaron dos: Jahé y Aguará. Cuando éste pidió que lo sacaran de su terrible prisión , todos se aprestaron a hacerlo, pero olvidaron por poco tiempo a Jahé. Al volver para declararlo vencedor, ¨vieron que de la enrollada piel que habÃa contenido su cuerpo, escapaba una avecilla que fue a posarse en un árbol cercano. Era Jahé, a quien sus sufrimientos habÃan transformado en ave. Un ave que hizo su nido con ayuda de paja y barro, y el cual no debe destruirse porque este hecho acarrea una tormenta. La misma leyenda asegura que la muchacha de la cual Jahé estaba enamorado se convirtió también en pájaro y es su fiel compañera
Feliz Año Besos
La leyenda ya está
Poema de Leopoldo Lugones...lo que me acuerdo
La casita del hornero
tiene alcoba y tiene sala
En la alcoba la hembra instala
justamente el nido entero
.........................
Lleva siempre un poco viejo
su traje aseado y sencillo
que con tanto hacer ladrillo
se le habrá puestp bermejo
......
El hornero habita en casi toda Sudamérica,es el ave nacional de Argentina
En el jardÃn de casa vienen a comer muchos horneros y hasta tuve un nido en la galerÃa
Aqui la tienes hermanita linda.
Besitos.
El HORNERO
Frente a la entrada de su choza el indio transformaba el barro en hermosas vasijas y pulidos platos. No en vano era el mejor alfarero de su pueblo.
Su alegrÃa era grande, al dÃa siguiente iba a casarse con la joven más hermosa de la tribu, también alfarera.
Esa noche, como todas las noches previas a un matrimonio, se reunieron en consejo las familias de los novios con el cacique y el hechicero para la ceremonia de presagios.
El hechicero bailó, como siempre lo hacÃa, cantó… como siempre lo hacÃa y luego… arrojó al fuego un puñado de bayas como siempre. Y fue entonces… cuando sucedió lo que nunca ocurrÃa… el fuego se apagó, un viento muy fuerte tiñó con cenizas a los concurrentes y cuando todos miraban horrorizados lo ocurrido, el hechicero presagió grandes desgracias derivadas de aquel matrimonio.
Bajo tal influencia el cacique prohibió su realización.
Los enamorados convinieron fugarse a la selva donde establecerÃan su hogar.
A la noche siguiente huyeron, pero los indios los persiguieron lanzando flechas con agudas y e envenenadas puntas. Cuenta la vieja leyenda que cuando los jóvenes caÃan mortalmente heridos, un revuelo de plumas y trinos surgió en el lugar. Cuenta la vieja leyenda que ambos se transformaron en esas hermosas y simpáticas avecillas que empleando su habilidad para modelar hacen, cantando, su nido de barro.
Cuenta esa vieja leyenda que asà nació el hornero, pájaro laborioso de los campos argentinos.