Es el DIOS DEL CIELO AZUL de la religión araucana literalmente significa "el dueño de la gente". o "el que gobierna a la gente"............espero que ustedes sigan, muchas gracias.
Acá estoy como siempre aprendiendo de ti cada día con tus preguntas tan importantes.
Desde siempre Nguenechén hizo crecer el pehuén en grandes bosques, pero al principio las tribus que habitaban esas tierras no comían los piñones porque creían que eran venenosos. Al pehuén o araucaria lo consideraban árbol sagrado y lo veneraban rezando a su sombra, ofreciéndole regalos: carne, sangre, humo, y hasta conversaban con él y le confesaban sus malas acciones.
Los frutos los dejaban en el piso sin utilizarlos. Pero ocurrió que en toda la comarca hubo unos años de gran escasez de alimentos y pasaban mucha hambre, muriendo especialmente niños y ancianos. Ante esta situación los jóvenes marcharon lejos en busca de comestibles: bulbos de amancay, hierbas, bayas, raíces y carne de animales silvestres. Pero todos volvían con las manos vacías. Parecía que Dios no escuchaba el clamor de su pueblo y la gente se seguía muriendo de hambre. Pero Nguenechén no los abandonó... Y sucedió que cuando uno de los jóvenes volvía desalentado, se encontró con un anciano de larga barba blanca. – “¿Qué buscas, hijo?” - le preguntó – “Algún alimento para mis hermanos de la tribu que se mueren de hambre. Por desgracia no he encontrado nada”. – “Y tantos piñones que ves en el piso bajo los pehuenes, ¿no son comestibles?” – “Los frutos del árbol sagrado son venenosos, abuelo” -contestó el joven. – “Hijo, de ahora en adelante los recibiréis de alimento como un don de Nguenechén. Hervidlos para que se ablanden, o tostadlos al fuego y tendréis un manjar delicioso. Haced buen acopio, guardadlos en sitios subterráneos y tendréis comida todo el invierno”. Dicho esto desapareció el anciano. El joven siguiendo su consejo recogió gran cantidad de piñones y los llevó al cacique de la tribu explicándole lo sucedido. Enseguida reunieron a todos y el jefe contó lo acaecido hablándoles así: - “Nguenechén ha bajado a la tierra para salvarnos. Seguiremos sus consejos y nos alimentaremos con el fruto del árbol sagrado, que sólo a él pertenece”. Enseguida comieron en abundancia piñones hervidos o tostados, haciendo una gran fiesta. Desde entonces desapareció la escasez y todos los años cosechaban grandes cantidades de piñones que guardaban bajo tierra y se mantenían frescos durante mucho tiempo. Aprendieron también a fabricar con los piñones el chahuí, bebida fermentada. Cada día, al amanecer, con un piñón en la mano o una ramita de pehuén, rezan mirando al sol:"A ti te debemos nuestra vida, y te rogamos a ti, el grande, a ti nuestro padre, que no dejes morir a los pehuenes. Deben propagarse como se propagan nuestros descendientes, cuya vida te pertenece, como te pertenecen los árboles sagrados".
Hermosas las leyendas Bibi, no las conocía, pero si conozco a un Mapuche de YahooR, Tata Viejo, un ser muy querido por mi, ojalá vea esta pregunta, porque es hijo de cacique y siempre cuenta historias hermosas. Un abrazo de osa.
HOLA BIBI, TE DEJO ALGO QUE ENCONTRE Y ME GUSTO, ESPERO QUE LES GUSTE A TODOS LOS QUE NO LA CONOCEN COMO YO!
Desde siempre Nguenechén hizo crecer el pehuén en grandes bosques, pero al principio las tribus que habitaban eses tierras no comían los piñones porque creían que eran venenosos.
Al pehuén o araucaria lo consideraban árbol sagrado y lo veneraban rezando a su sombra, ofreciéndole regalos: carne, sangre, humo, y hasta conversaban con él y le confesaban sus malas acciones. Los frutos los dejaban en el piso sin utilizarlos. Pero ocurrió que en toda la comarca hubo unos años de gran escasez de alimentos y pasaban mucha hambre, muriendo especialmente niños y ancianos. Ante esta situación los jóvenes marcharon lejos en busca de comestibles: bulbos de amancay, hierbas, bayas, raíces y carne de animales silvestres. Pero todos volvían con las manos vacías. Parecía que Dios no escuchaba el clamor de su pueblo y la gente se seguía muriendo de hambre.
Pero Nguenechén no los abandonó... Y sucedió que cuando uno de los jóvenes volvía desalentado, se encontró con un anciano de larga barba blanca.
- ¿Qué buscas, hijo? -le preguntó
- Algún alimento para mis hermanos de la tribu que se mueren de hambre. Por desgracia no he encontrado nada.
- Y tantos piñones que ves en el piso bajo los pehuenes, ¿no son comestibles?
- Los frutos del árbol sagrado son venenosos, abuelo -contestó el joven.
- Hijo, de ahora en adelante los recibiréis de alimento como un don de Nguenechén. Hervidlos para que se ablanden, o tostadlos al fuego y tendréis un manjar delicioso. Haced buen acopio, guardadlos en sitios subterráneos y tendréis comida todo el invierno.
Dicho esto desapareció el anciano. El joven siguiendo su consejo recogió gran cantidad de piñones y los llevó al cacique de la tribu explicándole lo sucedido.
Enseguida reunieron a todos y el jefe contó lo acaecido hablándoles así:
- Nguenechén ha bajado a la tierra para salvarnos. Seguiremos sus consejos y nos alimentaremos con el fruto del árbol sagrado, que sólo a él pertenece.
Enseguida comieron en abundancia piñones hervidos o tostados, haciendo una gran fiesta.
Desde entonces desapareció la escasez y todos los años cosechaban grandes cantidades de piñones que guardaban bajo tierra y se mantenían frescos durante mucho tiempo. Aprendieron también a fabricar con los piñones el chahuí, bebida fermentada. Cada día, al amanecer, con un piñón en la mano o una ramita de pehuén, rezan mirando al sol:"A ti de debemos nuestra vida, y te rogamos a ti, el grande, a ti nuestro padre, que no dejes morir a los pehuenes. Deben propagarse como se propagan nuestros descendientes, cuya vida te pertenece, como te pertenecen los árboles sagrados".
Tu pregunta es fabulosa y más de nuestro país. He aquí mi aportación.
La leyenda del pehuén
Hace mucho tiempo el pueblo pehuenche vivía cerca de los bosques de araucarias. Ellos se reunían bajo los “pehuenes” para rezar, hacer ofrendas y colgar regalos en sus ramas, pero no cosechaban sus frutos, pensando que no podían comerlos ya que eran venenosos.
Un año, el invierno fue muy crudo y duró mucho tiempo. La gente comenzaba a quedarse sin recursos: los ríos estaban congelados, los pájaros habían emigrado y los árboles esperaban la primavera. La tierra estaba completamente cubierta de nieve. Muchos de los pehuenches resistían el hambre, pero los niños y los ancianos poco a poco comenzaban a morir.
Fue en esos días cuando Lonko, el jefe de la comunidad, decidió que todos los jóvenes partieran en busca de alimento por las regiones vecinas.
Entre uno de los que partieron, había un muchacho que empezó a recorrer una región de montañas arenosas y áridas. Un día, volvía hambriento y muerto de frío, con las manos vacías y la vergüenza de no haber encontrado nada para llevar a casa. Hasta que en su camino de regreso, repentinamente, un anciano desconocido se puso a su lado. Caminaron juntos un buen rato, mientras el muchacho le hablaba de la situación por la que estaba pasando su tribu debido a la falta de alimento, de los niños, los enfermos y de los ancianos a los que, tal vez, ya no volvería a ver cuando regresara. El viejo lo miró con extrañeza y le preguntó: ¿No son suficientemente buenos para ustedes los piñones?
Cuando caen del pehuén ya están maduros, y con una sola piña se alimenta a una familia entera.
El muchacho le contestó que siempre habían creído que Nguenechen, el Dios creador, prohibía comerlos por ser venenosos y que, además, eran muy duros. Entonces el viejo le explicó que era necesario hervir los piñones en mucha agua o tostarlos al fuego. Apenas le dio las indicaciones, el anciano se alejó y el joven volvió a encontrarse solo.
Cuando éste regresó a su comunidad, el jefe Lonko lo escuchó atentamente; se quedó un rato en silencio y finalmente dijo: “Ese viejo no puede ser otro que Nguenechen, que bajó otra vez para salvarnos de estos difíciles momentos, vamos, no desperdiciemos este regalo que nos hace”.
La tribu entera participó de los preparativos de la comida. Muchos salieron a buscar más piñones; se acarreó el agua y se encendió el fuego. Después tostaron, hirvieron y comieron los piñones que habían recogido. Fue una fiesta inolvidable. Se dice que, desde ese día, los mapuche que viven junto al árbol del pehuén y que se llaman a sí mismos pehuenches, nunca más pasaron hambre y esperan que nunca tan precioso árbol les sea arrebatado.
amada amiga te contesto que placer alcanzar una pregunta tuya aunque las leo ya contestadas jaja
Ngenechén (también conocido como Nenechén, Ngünechén, Nguenechén, Guenechén, Guinechén, Guinechena, o Guienapun), es uno de los espíritus Ngen más importante dentro de la religión tradicional y las creencias del pueblo mapuche actual Los mapuche distinguen a Ngenechén como el "gobernador de los mapuche" o el equivalente actual de "Dios de los mapuche". Siendo considerado Ngenechen como el "Ser Supremo" de la Religión Mapuche, y/o sinónimo de Dios para la mayor parte de los mapuches actuales. Sin embargo esto es cierto hasta cierto punto, ya que Ngenechen en su definición más pura y antigua, no se le considera como un dios omnisciente u omnipotente; a diferencia de la actualidad, en que a Ngenechen se le compara y/o se le asocia o se le concibe como el Dios Cristiano. Aun así, Ngenechen es realmente un ser espiritual muy importante dentro de la religión Mapuche.La posición máxima o única que actualmente obtenta Ngenechen entre los espíritus Mapuche, sería el resultado de una influencia cristiana; la cual mediante el proceso de sincretismo, unifico y fusiono a Ngenechen con otras deidades, principalmente con Antu, Elche, y Elmapu.A menudo y durante la recitación ceremonial, prefijos tales como chaw (padre), küme (bueno) o sus variaciones, se emplean cuando se invoca a Ngenechén.Después de la Conquista Española y las evangelizaciones, los mapuche empezaron a tener la idea de un Dios superior que vivía en el cielo y dominaba la tierra , que era superior a todos los demás dioses , pero en el fondo es un concepto de fuerte raíz étnica Chau Ngünechen se comunicaba a través de los sueños que implantaba en los o las Machis; a los cuales por ejemplo, les comunica como se debe mantener el orden vigente, y las costumbres propias de la etnia Mapuche.Incluso el Chau Ngünechen puede indicar directamente al mapuche por medio del sueño que debe ser Machi (mapudungún: Eimi machingeaimi, 'tú serás machi'. Si este no acepta de inmediato, se dice que el Chau Ngünechen hace que esta persona se enferme gravemente, con lo cual irremediablemente, deberá aceptar ser curado por un Machi con la condición de convertirse en uno de ellos.Según la tradición, el espíritu Ngenechén es quien llevó a los primeros ancestros humanos de los Mapuche al lugar que hoy habitan, y es él quien está a cargo de dar guía y velar por el bienestar de todo el pueblo Mapuche; del mismo modo que siguen haciéndolo los antepasados Pillanes, en cada una de sus familias descendientes respectivamente. Es por esta razón que en el Mapu (Tierra), el espíritu Ngenechén es el encargado de dirigir los destinos humanos hacia el buen camino, y es quien los protege; ya que es el encargado de que el pueblo mapuche siga las leyes y tradiciones del Admapu, y por ello también es quién castiga al ser humano si no respeta lo dicho en el Admapu. Así trata de mantener el equilibrio al mundo, contra las fuerzas malignas wekufe del desequilibrío
Interesante tu pregunta sobre NGUENENCHÉN. Veamos mi respuesta.
LEYENDA DEL PEHUÉN:
“Cuenta la leyenda que la aparición de Nguenechén salvó a la comunidad mapuche de la hambruna que entonces padecían, haciendo crecer el Pehuén en los grandes bosques del sur y ofrendándolos a los habitantes de lugar.”
Un poco de historia:
Los MAPUCHE (1) constituyen un pueblo nativo del cono austral de América del Sur. Se encuentran asentados, desde sus orígenes, en la zona central de Chile, y las provincias argentinas de Neuquén, Río Negro, y parte de Buenos Aires.
La memoria de los mapuche está plagada de leyendas.
El relato popular cuenta que esta tribu nació de una lucha desatada entre el océano y la cordillera, los dos elementos centrales que modelan su territorio y su cultura. Recuerdan su pasado como un enfrentamiento entre la culebra Cai-Cai, que vivía en lo más profundo del mar, y la culebra Ten-Ten, que habitaba en la cumbre de los cerros.
Esta última aconsejó a los mapuche que ascendieran a las montañas cuando el mar comenzara a subir; muchos lo lograron, pero otros murieron en el agua y se transformaron en peces. Entonces, los nativos hicieron ruegos y grandes ceremonias, hasta que el agua se calmó. Cuando descendieron de la montaña poblaron la tierra. Así nacieron los mapuche: “hombres de la tierra”, (Mapu- tierra, Che-gente)
Sus principales actividades de subsistencia eran la caza, pesca y recolección de los frutos (piñón) del Pehuén (Araucaria) (2)
Creencias:
La vital relación del mapuche con la tierra, no solo abarca el ámbito de subsistencia material, también encuentra allí su expresión espiritual, su cosmovisión, la forma en que representa al mundo, y su relación con las fuerzas sobrenaturales. Esta relación con su territorio explica su voluntad de independencia, que no en vano mantuvieron durante tres siglos y medio, luchando sin tregua por la libertad.
En la cultura popular, con el nombre de Nguenechén (3) o Futa Chao, los mapuche designan al benefactor de su pueblo. Y el término Ngullatún (4) referencia a una rogativa mapuche dirigida a ese benefactor. Es un ruego por la prosperidad, por las lluvias y las buenas cosechas.
LEYENDA DEL PEHUÉN O ARAUCARIA
Cuenta la leyenda que desde siempre, Nguenechén hizo crecer al Pehuén en grandes bosques. Al principio, los nativos, al considerarlo un árbol sagrado, lo veneraban y no comían piñones. Rezaban a su sombra, ofreciéndole regalos: carne, sangre, humo y hasta conversaban con él y le confesaban sus malas acciones. Los frutos los dejaban en el piso sin utilizarlos.
Ocurrió una vez que, durante varios años en toda la comarca hubo gran escasez de alimentos y los nativos pasaban mucha hambre; morían, especialmente, niños y ancianos. Ante esta situación los jóvenes marchaban del lugar en busca de alimentos: bulbos de amancay, hierbas, bayas, raíces y carne de animales silvestres. Pero todos volvían con las manos vacías. Parecía que Dios no escuchaba el clamor de su pueblo y la gente seguía muriendo de hambre.
Pero Nguenechén no los abandonó..., y sucedió que cuando uno de los jóvenes regresaba al lugar, con afición por no lograr sustento, encontró en su solitario camino un anciano de larga barba blanca que estaba esperándolo.
-¿Qué buscas hijo? -le preguntó.
-Alimento para mis hermanos de tribu que se mueren de hambre, y por desgracia no he encontrado nada.
-¡Tantos piñones que ves por el piso bajo los pehuenes!, ¿No son comestibles?.
-Los frutos del árbol sagrado son venenosos, abuelo -contestó el joven.
Y el anciano de barba blanca lo miró sonriente mientras le dijo con firmeza:
-Hijo, de ahora en adelante los recibiréis como un don de Nguenechén. Hervidlos para que se ablanden, o tostadlos al fuego y tendréis un manjar delicioso. Haced buen acopio, guardadlos en silos subterráneos y tendréis comida todo el invierno.
Dicho esto, el anciano desapareció en la bruma. Y el joven, asombrado, siguió su consejo. Recogió en su manto gran cantidad de piñones y los llevó al cacique de la tribu explicándole lo sucedido. Enseguida se reunieron todos en asamblea, y el jefe contó lo acaecido, hablándoles así: “Nguenechén bajó a la tierra para ayudarnos. Seguiremos sus consejos y nos alimentaremos con el fruto del árbol sagrado, que sólo a él pertenece”
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Hola Bibi, encontré esta leyenda para compartir.
ERAN BLANCOS
Cuando Nguenechén hizo el mundo, hizo la luz, el cielo, e hizo al mapuche con la piel blanca. Pero como el sol no era amigo de los mapuches,
al verlos comenzó a calentar de tal manera, que aquellos fueron perdiendo su primitivo color y se pusieron negritos.
Si no hubiera intervenido a tiempo Nguenechén, los hubiera aniquilado no más.
Los salvó haciendo la luna, que ella sí es mapuche. Les alumbra sin calor y les permite que viajen de noche
sin perder el camino, ni torcerse hacia ningún lado.
(Tomado de "EL TRONCO DE ORO" , del Dr. Gregorio Alvarez
Mi Dulce Bibita
Acá estoy como siempre aprendiendo de ti cada día con tus preguntas tan importantes.
Desde siempre Nguenechén hizo crecer el pehuén en grandes bosques, pero al principio las tribus que habitaban esas tierras no comían los piñones porque creían que eran venenosos. Al pehuén o araucaria lo consideraban árbol sagrado y lo veneraban rezando a su sombra, ofreciéndole regalos: carne, sangre, humo, y hasta conversaban con él y le confesaban sus malas acciones.
Los frutos los dejaban en el piso sin utilizarlos. Pero ocurrió que en toda la comarca hubo unos años de gran escasez de alimentos y pasaban mucha hambre, muriendo especialmente niños y ancianos. Ante esta situación los jóvenes marcharon lejos en busca de comestibles: bulbos de amancay, hierbas, bayas, raíces y carne de animales silvestres. Pero todos volvían con las manos vacías. Parecía que Dios no escuchaba el clamor de su pueblo y la gente se seguía muriendo de hambre. Pero Nguenechén no los abandonó... Y sucedió que cuando uno de los jóvenes volvía desalentado, se encontró con un anciano de larga barba blanca. – “¿Qué buscas, hijo?” - le preguntó – “Algún alimento para mis hermanos de la tribu que se mueren de hambre. Por desgracia no he encontrado nada”. – “Y tantos piñones que ves en el piso bajo los pehuenes, ¿no son comestibles?” – “Los frutos del árbol sagrado son venenosos, abuelo” -contestó el joven. – “Hijo, de ahora en adelante los recibiréis de alimento como un don de Nguenechén. Hervidlos para que se ablanden, o tostadlos al fuego y tendréis un manjar delicioso. Haced buen acopio, guardadlos en sitios subterráneos y tendréis comida todo el invierno”. Dicho esto desapareció el anciano. El joven siguiendo su consejo recogió gran cantidad de piñones y los llevó al cacique de la tribu explicándole lo sucedido. Enseguida reunieron a todos y el jefe contó lo acaecido hablándoles así: - “Nguenechén ha bajado a la tierra para salvarnos. Seguiremos sus consejos y nos alimentaremos con el fruto del árbol sagrado, que sólo a él pertenece”. Enseguida comieron en abundancia piñones hervidos o tostados, haciendo una gran fiesta. Desde entonces desapareció la escasez y todos los años cosechaban grandes cantidades de piñones que guardaban bajo tierra y se mantenían frescos durante mucho tiempo. Aprendieron también a fabricar con los piñones el chahuí, bebida fermentada. Cada día, al amanecer, con un piñón en la mano o una ramita de pehuén, rezan mirando al sol:"A ti te debemos nuestra vida, y te rogamos a ti, el grande, a ti nuestro padre, que no dejes morir a los pehuenes. Deben propagarse como se propagan nuestros descendientes, cuya vida te pertenece, como te pertenecen los árboles sagrados".
Un besito enorme más miles de abracitos
Te quiero mucho Hermosa Amiga
*-Luna*-
Hermosas las leyendas Bibi, no las conocía, pero si conozco a un Mapuche de YahooR, Tata Viejo, un ser muy querido por mi, ojalá vea esta pregunta, porque es hijo de cacique y siempre cuenta historias hermosas. Un abrazo de osa.
HOLA BIBI, TE DEJO ALGO QUE ENCONTRE Y ME GUSTO, ESPERO QUE LES GUSTE A TODOS LOS QUE NO LA CONOCEN COMO YO!
Desde siempre Nguenechén hizo crecer el pehuén en grandes bosques, pero al principio las tribus que habitaban eses tierras no comían los piñones porque creían que eran venenosos.
Al pehuén o araucaria lo consideraban árbol sagrado y lo veneraban rezando a su sombra, ofreciéndole regalos: carne, sangre, humo, y hasta conversaban con él y le confesaban sus malas acciones. Los frutos los dejaban en el piso sin utilizarlos. Pero ocurrió que en toda la comarca hubo unos años de gran escasez de alimentos y pasaban mucha hambre, muriendo especialmente niños y ancianos. Ante esta situación los jóvenes marcharon lejos en busca de comestibles: bulbos de amancay, hierbas, bayas, raíces y carne de animales silvestres. Pero todos volvían con las manos vacías. Parecía que Dios no escuchaba el clamor de su pueblo y la gente se seguía muriendo de hambre.
Pero Nguenechén no los abandonó... Y sucedió que cuando uno de los jóvenes volvía desalentado, se encontró con un anciano de larga barba blanca.
- ¿Qué buscas, hijo? -le preguntó
- Algún alimento para mis hermanos de la tribu que se mueren de hambre. Por desgracia no he encontrado nada.
- Y tantos piñones que ves en el piso bajo los pehuenes, ¿no son comestibles?
- Los frutos del árbol sagrado son venenosos, abuelo -contestó el joven.
- Hijo, de ahora en adelante los recibiréis de alimento como un don de Nguenechén. Hervidlos para que se ablanden, o tostadlos al fuego y tendréis un manjar delicioso. Haced buen acopio, guardadlos en sitios subterráneos y tendréis comida todo el invierno.
Dicho esto desapareció el anciano. El joven siguiendo su consejo recogió gran cantidad de piñones y los llevó al cacique de la tribu explicándole lo sucedido.
Enseguida reunieron a todos y el jefe contó lo acaecido hablándoles así:
- Nguenechén ha bajado a la tierra para salvarnos. Seguiremos sus consejos y nos alimentaremos con el fruto del árbol sagrado, que sólo a él pertenece.
Enseguida comieron en abundancia piñones hervidos o tostados, haciendo una gran fiesta.
Desde entonces desapareció la escasez y todos los años cosechaban grandes cantidades de piñones que guardaban bajo tierra y se mantenían frescos durante mucho tiempo. Aprendieron también a fabricar con los piñones el chahuí, bebida fermentada. Cada día, al amanecer, con un piñón en la mano o una ramita de pehuén, rezan mirando al sol:"A ti de debemos nuestra vida, y te rogamos a ti, el grande, a ti nuestro padre, que no dejes morir a los pehuenes. Deben propagarse como se propagan nuestros descendientes, cuya vida te pertenece, como te pertenecen los árboles sagrados".
Saludos, Vudu!
Hola BIBI..., Amiga.
Tu pregunta es fabulosa y más de nuestro país. He aquí mi aportación.
La leyenda del pehuén
Hace mucho tiempo el pueblo pehuenche vivía cerca de los bosques de araucarias. Ellos se reunían bajo los “pehuenes” para rezar, hacer ofrendas y colgar regalos en sus ramas, pero no cosechaban sus frutos, pensando que no podían comerlos ya que eran venenosos.
Un año, el invierno fue muy crudo y duró mucho tiempo. La gente comenzaba a quedarse sin recursos: los ríos estaban congelados, los pájaros habían emigrado y los árboles esperaban la primavera. La tierra estaba completamente cubierta de nieve. Muchos de los pehuenches resistían el hambre, pero los niños y los ancianos poco a poco comenzaban a morir.
Fue en esos días cuando Lonko, el jefe de la comunidad, decidió que todos los jóvenes partieran en busca de alimento por las regiones vecinas.
Entre uno de los que partieron, había un muchacho que empezó a recorrer una región de montañas arenosas y áridas. Un día, volvía hambriento y muerto de frío, con las manos vacías y la vergüenza de no haber encontrado nada para llevar a casa. Hasta que en su camino de regreso, repentinamente, un anciano desconocido se puso a su lado. Caminaron juntos un buen rato, mientras el muchacho le hablaba de la situación por la que estaba pasando su tribu debido a la falta de alimento, de los niños, los enfermos y de los ancianos a los que, tal vez, ya no volvería a ver cuando regresara. El viejo lo miró con extrañeza y le preguntó: ¿No son suficientemente buenos para ustedes los piñones?
Cuando caen del pehuén ya están maduros, y con una sola piña se alimenta a una familia entera.
El muchacho le contestó que siempre habían creído que Nguenechen, el Dios creador, prohibía comerlos por ser venenosos y que, además, eran muy duros. Entonces el viejo le explicó que era necesario hervir los piñones en mucha agua o tostarlos al fuego. Apenas le dio las indicaciones, el anciano se alejó y el joven volvió a encontrarse solo.
Cuando éste regresó a su comunidad, el jefe Lonko lo escuchó atentamente; se quedó un rato en silencio y finalmente dijo: “Ese viejo no puede ser otro que Nguenechen, que bajó otra vez para salvarnos de estos difíciles momentos, vamos, no desperdiciemos este regalo que nos hace”.
La tribu entera participó de los preparativos de la comida. Muchos salieron a buscar más piñones; se acarreó el agua y se encendió el fuego. Después tostaron, hirvieron y comieron los piñones que habían recogido. Fue una fiesta inolvidable. Se dice que, desde ese día, los mapuche que viven junto al árbol del pehuén y que se llaman a sí mismos pehuenches, nunca más pasaron hambre y esperan que nunca tan precioso árbol les sea arrebatado.
Besitos de Coco Para Tí.
amada amiga te contesto que placer alcanzar una pregunta tuya aunque las leo ya contestadas jaja
Ngenechén (también conocido como Nenechén, Ngünechén, Nguenechén, Guenechén, Guinechén, Guinechena, o Guienapun), es uno de los espíritus Ngen más importante dentro de la religión tradicional y las creencias del pueblo mapuche actual Los mapuche distinguen a Ngenechén como el "gobernador de los mapuche" o el equivalente actual de "Dios de los mapuche". Siendo considerado Ngenechen como el "Ser Supremo" de la Religión Mapuche, y/o sinónimo de Dios para la mayor parte de los mapuches actuales. Sin embargo esto es cierto hasta cierto punto, ya que Ngenechen en su definición más pura y antigua, no se le considera como un dios omnisciente u omnipotente; a diferencia de la actualidad, en que a Ngenechen se le compara y/o se le asocia o se le concibe como el Dios Cristiano. Aun así, Ngenechen es realmente un ser espiritual muy importante dentro de la religión Mapuche.La posición máxima o única que actualmente obtenta Ngenechen entre los espíritus Mapuche, sería el resultado de una influencia cristiana; la cual mediante el proceso de sincretismo, unifico y fusiono a Ngenechen con otras deidades, principalmente con Antu, Elche, y Elmapu.A menudo y durante la recitación ceremonial, prefijos tales como chaw (padre), küme (bueno) o sus variaciones, se emplean cuando se invoca a Ngenechén.Después de la Conquista Española y las evangelizaciones, los mapuche empezaron a tener la idea de un Dios superior que vivía en el cielo y dominaba la tierra , que era superior a todos los demás dioses , pero en el fondo es un concepto de fuerte raíz étnica Chau Ngünechen se comunicaba a través de los sueños que implantaba en los o las Machis; a los cuales por ejemplo, les comunica como se debe mantener el orden vigente, y las costumbres propias de la etnia Mapuche.Incluso el Chau Ngünechen puede indicar directamente al mapuche por medio del sueño que debe ser Machi (mapudungún: Eimi machingeaimi, 'tú serás machi'. Si este no acepta de inmediato, se dice que el Chau Ngünechen hace que esta persona se enferme gravemente, con lo cual irremediablemente, deberá aceptar ser curado por un Machi con la condición de convertirse en uno de ellos.Según la tradición, el espíritu Ngenechén es quien llevó a los primeros ancestros humanos de los Mapuche al lugar que hoy habitan, y es él quien está a cargo de dar guía y velar por el bienestar de todo el pueblo Mapuche; del mismo modo que siguen haciéndolo los antepasados Pillanes, en cada una de sus familias descendientes respectivamente. Es por esta razón que en el Mapu (Tierra), el espíritu Ngenechén es el encargado de dirigir los destinos humanos hacia el buen camino, y es quien los protege; ya que es el encargado de que el pueblo mapuche siga las leyes y tradiciones del Admapu, y por ello también es quién castiga al ser humano si no respeta lo dicho en el Admapu. Así trata de mantener el equilibrio al mundo, contra las fuerzas malignas wekufe del desequilibrío
hola bibi:
me agradan mucho tus preguntas y en realidad no sabia asi que estare atenta a las respuestas y asi aprendo un poco mas.!!!
saludos...!!!!
gracia por tu preguntas bastante interesantes..!!
Hola BIBI... Amiga.
Interesante tu pregunta sobre NGUENENCHÉN. Veamos mi respuesta.
LEYENDA DEL PEHUÉN:
“Cuenta la leyenda que la aparición de Nguenechén salvó a la comunidad mapuche de la hambruna que entonces padecían, haciendo crecer el Pehuén en los grandes bosques del sur y ofrendándolos a los habitantes de lugar.”
Un poco de historia:
Los MAPUCHE (1) constituyen un pueblo nativo del cono austral de América del Sur. Se encuentran asentados, desde sus orígenes, en la zona central de Chile, y las provincias argentinas de Neuquén, Río Negro, y parte de Buenos Aires.
La memoria de los mapuche está plagada de leyendas.
El relato popular cuenta que esta tribu nació de una lucha desatada entre el océano y la cordillera, los dos elementos centrales que modelan su territorio y su cultura. Recuerdan su pasado como un enfrentamiento entre la culebra Cai-Cai, que vivía en lo más profundo del mar, y la culebra Ten-Ten, que habitaba en la cumbre de los cerros.
Esta última aconsejó a los mapuche que ascendieran a las montañas cuando el mar comenzara a subir; muchos lo lograron, pero otros murieron en el agua y se transformaron en peces. Entonces, los nativos hicieron ruegos y grandes ceremonias, hasta que el agua se calmó. Cuando descendieron de la montaña poblaron la tierra. Así nacieron los mapuche: “hombres de la tierra”, (Mapu- tierra, Che-gente)
Sus principales actividades de subsistencia eran la caza, pesca y recolección de los frutos (piñón) del Pehuén (Araucaria) (2)
Creencias:
La vital relación del mapuche con la tierra, no solo abarca el ámbito de subsistencia material, también encuentra allí su expresión espiritual, su cosmovisión, la forma en que representa al mundo, y su relación con las fuerzas sobrenaturales. Esta relación con su territorio explica su voluntad de independencia, que no en vano mantuvieron durante tres siglos y medio, luchando sin tregua por la libertad.
En la cultura popular, con el nombre de Nguenechén (3) o Futa Chao, los mapuche designan al benefactor de su pueblo. Y el término Ngullatún (4) referencia a una rogativa mapuche dirigida a ese benefactor. Es un ruego por la prosperidad, por las lluvias y las buenas cosechas.
LEYENDA DEL PEHUÉN O ARAUCARIA
Cuenta la leyenda que desde siempre, Nguenechén hizo crecer al Pehuén en grandes bosques. Al principio, los nativos, al considerarlo un árbol sagrado, lo veneraban y no comían piñones. Rezaban a su sombra, ofreciéndole regalos: carne, sangre, humo y hasta conversaban con él y le confesaban sus malas acciones. Los frutos los dejaban en el piso sin utilizarlos.
Ocurrió una vez que, durante varios años en toda la comarca hubo gran escasez de alimentos y los nativos pasaban mucha hambre; morían, especialmente, niños y ancianos. Ante esta situación los jóvenes marchaban del lugar en busca de alimentos: bulbos de amancay, hierbas, bayas, raíces y carne de animales silvestres. Pero todos volvían con las manos vacías. Parecía que Dios no escuchaba el clamor de su pueblo y la gente seguía muriendo de hambre.
Pero Nguenechén no los abandonó..., y sucedió que cuando uno de los jóvenes regresaba al lugar, con afición por no lograr sustento, encontró en su solitario camino un anciano de larga barba blanca que estaba esperándolo.
-¿Qué buscas hijo? -le preguntó.
-Alimento para mis hermanos de tribu que se mueren de hambre, y por desgracia no he encontrado nada.
-¡Tantos piñones que ves por el piso bajo los pehuenes!, ¿No son comestibles?.
-Los frutos del árbol sagrado son venenosos, abuelo -contestó el joven.
Y el anciano de barba blanca lo miró sonriente mientras le dijo con firmeza:
-Hijo, de ahora en adelante los recibiréis como un don de Nguenechén. Hervidlos para que se ablanden, o tostadlos al fuego y tendréis un manjar delicioso. Haced buen acopio, guardadlos en silos subterráneos y tendréis comida todo el invierno.
Dicho esto, el anciano desapareció en la bruma. Y el joven, asombrado, siguió su consejo. Recogió en su manto gran cantidad de piñones y los llevó al cacique de la tribu explicándole lo sucedido. Enseguida se reunieron todos en asamblea, y el jefe contó lo acaecido, hablándoles así: “Nguenechén bajó a la tierra para ayudarnos. Seguiremos sus consejos y nos alimentaremos con el fruto del árbol sagrado, que sólo a él pertenece”
Esta es mi Aportación al Foro.
Abrazos y Besos desde Puerto Rico para Tí.
DONDE QUDA NGENECHEN