En el rito de la Comunión de la Iglesia católica creemos que Cristo mismo está presente en la Hostia. Esto se da a través del proceso de la Transubstanciación, durante la Consagración.
Puesto que ser dignos de Cristo -es decir, de comulgar- es algo sumamente difícil de lograr por la naturaleza caída propia del hombre, éste tiene que lograr el mayor estado de gracia posible. Esto significa que debería acercarse a comulgar confesado (con verdadera contrición, es decir, dolor por los pecados cometidos y propósito de enmienda) y con verdadera devoción. Esto elimina los pecados veniales y mortales (aunque depende en este último caso cuál sea), y nos purifica el alma para poder acercarnos a Cristo en la comunión.
En cuanto a la Comunión misma, debemos acercarnos conscientes de lo que estamos haciendo. Durante el camino a comulgar es conveniente meditar internamente sobre Cristo y hacer una oración breve o una jaculatoria para prepararnos. Algunos optan por rezar incluso el Pésame.
Una vez llegado el momento mismo, es ideal recibir la Sagrada Comunión de rodillas y en la boca.
De rodillas, porque adoramos a la Santa Eucaristía y la recibimos con la mayor dignidad humanamente posible (si estuviéramos postrados sería difícil recibirla).
Y en la boca, porque no somos dignos de tocar con nuestras sucias, miserables, humanas y pecadoras manos a la Santísima Presencia de Cristo. ¿O acaso seríamos dignos siquiera de tocar la sandalia de Nuestro Señor, como en el Evangelio?
Para redondear el punto, aclaro que la recepción "en mano" de la Hostia proviene de los servicios Protestantes, en donde NO se considera la presencia Real de Nuestro Señor en la misma. Por tanto solamente pasa a ser algo así como un pan bendecido ("consubstanciación"); y aquí radica la diferencia. Esta mala costumbre fue adoptada "ilegalmente" por católicos que vivían en los países de mayoría Protestante y luego se extendió desgraciadamente al resto del mundo.
Hoy podemos ver, sin embargo, el ejemplo del Santo Padre, quien administra la Santa Comunión solamente de rodillas y en la boca. En fín, como debiera ser.
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Cuando comulgamos recibimos a Jesucristo, Dios y hombre verdadero..
la hostia cuando el sacerdote la consagra se convierte en el cuerpo de cristo y el vino es su sangre..
para poder comulgar tenemos que estar sin pecado mortal, hay q confesarse, star debidamente preparados y desde una hora antes, star en ayunas..
nose
En el rito de la Comunión de la Iglesia católica creemos que Cristo mismo está presente en la Hostia. Esto se da a través del proceso de la Transubstanciación, durante la Consagración.
Puesto que ser dignos de Cristo -es decir, de comulgar- es algo sumamente difícil de lograr por la naturaleza caída propia del hombre, éste tiene que lograr el mayor estado de gracia posible. Esto significa que debería acercarse a comulgar confesado (con verdadera contrición, es decir, dolor por los pecados cometidos y propósito de enmienda) y con verdadera devoción. Esto elimina los pecados veniales y mortales (aunque depende en este último caso cuál sea), y nos purifica el alma para poder acercarnos a Cristo en la comunión.
En cuanto a la Comunión misma, debemos acercarnos conscientes de lo que estamos haciendo. Durante el camino a comulgar es conveniente meditar internamente sobre Cristo y hacer una oración breve o una jaculatoria para prepararnos. Algunos optan por rezar incluso el Pésame.
Una vez llegado el momento mismo, es ideal recibir la Sagrada Comunión de rodillas y en la boca.
De rodillas, porque adoramos a la Santa Eucaristía y la recibimos con la mayor dignidad humanamente posible (si estuviéramos postrados sería difícil recibirla).
Y en la boca, porque no somos dignos de tocar con nuestras sucias, miserables, humanas y pecadoras manos a la Santísima Presencia de Cristo. ¿O acaso seríamos dignos siquiera de tocar la sandalia de Nuestro Señor, como en el Evangelio?
Para redondear el punto, aclaro que la recepción "en mano" de la Hostia proviene de los servicios Protestantes, en donde NO se considera la presencia Real de Nuestro Señor en la misma. Por tanto solamente pasa a ser algo así como un pan bendecido ("consubstanciación"); y aquí radica la diferencia. Esta mala costumbre fue adoptada "ilegalmente" por católicos que vivían en los países de mayoría Protestante y luego se extendió desgraciadamente al resto del mundo.
Hoy podemos ver, sin embargo, el ejemplo del Santo Padre, quien administra la Santa Comunión solamente de rodillas y en la boca. En fín, como debiera ser.
Saludos!