Yo no vivo para leer sino leo para vivir: Monsiváis
Luis Enrique Ramírez ¤ Desusadamente en un acto presidido por Carlos Monsiváis, su charla en torno a las lecturas que lo han formado tuvo un público no mayor de 50 personas. El hecho, para él, resultó lógico: ``Una discusión sobre libros no puede ser con más gente'', dijo. ``Estas conversaciones suelen ser mucho más gratas si se concentran''. Ahora que, recordó, comparado con el tamaño de la ciudad de México todo acto es, al final, minoritario.
El autor y sus lecturas se titula el ciclo que Monsiváis abrió la noche del miércoles en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes. Comenzó por exponer lo paradójico que resulta comenzar esta serie de pláticas justo el día en que se anunció un aumento del 42.86 por ciento al papel, lo cual ``necesariamente va a resquebrajar a la industria editorial''. Esto viene a agregarse al ``fracaso de los proyectos educativos sobre todo en materia de estímulo de la lectura''.
Fueron otros los tiempos iniciáticos en el universo de los libros que a Monsiváis le tocaron. ``Si no se lee de niño después muy difícilmente se adquiere el hábito de la lectura y sobre todo muy difícilmente se adquieren los tonos de la sorpresa y la intensidad. La lectura es una empresa de toda la vida, y al prescindir la educación de ella tan gustosamente la comunidad prescinde del elemento que le permite el reconocimiento más ventajoso''. A riesgo de ser visto como un ``maniático gremial'', se hizo partícipe de la frase de Borges: ``Yo no vivo para leer sino leo para vivir''.
De niño Monsiváis leyó compulsivamente la Biblia y memorizaba sus pasajes. Accedió también a La Odisea, La Ilíada y La Eneida. Empezó a leer en los años cuarenta, y ahora observa que por entonces la educación se formaba en un entrecruce del siglo XIX y el **. ``Creo que es típica de toda generación anterior a la televisión. La televisión, al concentrar la modernidad plena, al ser tan definitivamente el producto de la victoria tecnológica, borra las relaciones orgánicas con el siglo XIX... Ya no hay ese contacto con la mentalidad decimonónica, perfectamente posible de alcanzar todavía en los años cuarenta... Toda la idea de niñez, de imaginación, de fantasía, se conformaba entonces tanto por la lectura como por el cine. Eran las dos influencias básicas, se complementaban perfectamente... Los autores eran los típicos, Michel Zévaco, los folletineros Alejandro Dumas, Emilio Salgari, Julio Verne. ``Es el mundo imaginado por cada quien, que ahora ya no sería creíble, teniendo los niños la oportunidad del nintendo o de las películas de Steven Spielberg. Los clásicos, en versiones no tan reducidas, eran la piedra de toque de la formación de la niñez... El folletín era valioso tanto en ls lecturas de las familias como de los que se iniciaban en el aprendizaje del recorrido de los libros''. Se leían todavía México a través de los siglos que le daba al pueblo un sentido de la historia y los best sellers por antonomasia del siglo pasado: María de Jorge Isaacs y Los bandidos de Río Frío. ``Todo esto a principios de los 50 podría considerarse una lectura normal, ahora ya se consideraría propiamente cultural o arqueológica''.
La melodramatización de la historia era fundamental. Mencionó El mártir del Gólgota de Enrique Pérez Esrich como uno de los grandes ejemplos. ``Yo leí en la secundaria las hazañas que uno puede cometer a esa edad ya después son irrepetibleslas novelas de Juan A. Mateos, de quien creía se llamaba Juana Mateos y pensaba: 'Qué señora tan culta!'. Sacerdote y caudillo, El sol de mayo, eran fantásticas en su capacidad de melodrama: ¿Se salvará o no el cura Hidalgo del fusilamiento?... La experiencia infantil máxima en cuanto a visión melodramática de la historia es desde luego Vicente Rivapalacio. Monja, casada, virgen y mártir, el mejor título en la literartura mexicana del siglo 19, superior incluso a Los bandidos de Río Frío y la descripción de la vida de todas nuestras amigas''.
En secundaria se volvió adicto al pulp fiction, especialmente a una serie: The shadow. Desde entonces también comenzó a leer ``algo que sigue siendo una necesidad fisiológica, la novela policial. No creo que pueda haber un buen lector que prescinda de la novela policial, es perfecta en su capacidad de atrapar y de convertir al crimen en el mejor, el más vibrante y más entrañable de los espectáculos. Ultimamente se ha vuelto el crimen un tanto vulgar porque se ha ido a la dimensión pública, pero cuando es privado sí tiene un encanto único''.
Carecía en ese momento de dirección de lectura, leía lo que el azar le otorgaba y compraba en librerías de viejo. ``El libro costaba muy poco. La idea de hacerse de una biblioteca no era una empresa ligada con el contrabando de joyas. Ahora sí ya es una hazaña económica''. El clima de disidencia contribuía al de la lectura, y Monsiváis era reacio al desarrollismo que se imponía, triturador. Seguía las lecturas que le obligaba su militancia en las Juventudes Comunistas ``una agrupación como los boy scouts pero sin excursiones'': Cómo ser un buen comunista del camarada Liu Chaochi, por ejemplo. Una experiencia lo marcó: ver la figura martirizada de Frida Kahlo junto a Diego Rivera en la marcha contra la caída del gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala. Escribió, sobre el hecho, su primera crónica. La publicó en El Preparatoriano, ``de donde espero no resucite''.
Evocó la influencia que en su diversificación de lecturas tuvo el conocer a personajes como Artemio de Valle Arizpe, primero, Alfonso Reyes después, quien le enseñó que la experiencia de leer poesía debe ir acompañada de la memorización. ``La poesía, como el genuino tatuaje anímico, dota de un acervo de frases y de referencias iluminadoras''. Conoció también a Vasconcelos, y por su influencia obras de los grandes escritores de la derecha francesa. Salvador Novo lo orientó a una nueva lectura de Oscar Wilde.
Gracias a Sergio Pitol descubrió las editoriales argentinas, a Conrad, a Borges y a Bioy Casares y su colección de novela policiaca El Séptimo Círculo. Por otra parte, en los 50 vivió la experiencia de la literatura mexicana, cuando era noticia: Rulfo, Arreola, Fuentes, Paz. ``En prepa leí deslumbrado El laberinto de la soledad; gracias a La estación violenta llegué a su poesía''.
Esto fue para él el entrenamiento básico, concluyó Carlos Monsiváis. ``A los 25 años una formación literaria como lector está, supongo, conformada en lo esencial. Lo que sigue son las profundizaciones, los afinamientos, los matices y la abundancia de panorama bibliográfico que se ha expandido extraordinariamente''.
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La Jornada 26 de mayo de 1995
Yo no vivo para leer sino leo para vivir: Monsiváis
Luis Enrique Ramírez ¤ Desusadamente en un acto presidido por Carlos Monsiváis, su charla en torno a las lecturas que lo han formado tuvo un público no mayor de 50 personas. El hecho, para él, resultó lógico: ``Una discusión sobre libros no puede ser con más gente'', dijo. ``Estas conversaciones suelen ser mucho más gratas si se concentran''. Ahora que, recordó, comparado con el tamaño de la ciudad de México todo acto es, al final, minoritario.
El autor y sus lecturas se titula el ciclo que Monsiváis abrió la noche del miércoles en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes. Comenzó por exponer lo paradójico que resulta comenzar esta serie de pláticas justo el día en que se anunció un aumento del 42.86 por ciento al papel, lo cual ``necesariamente va a resquebrajar a la industria editorial''. Esto viene a agregarse al ``fracaso de los proyectos educativos sobre todo en materia de estímulo de la lectura''.
Fueron otros los tiempos iniciáticos en el universo de los libros que a Monsiváis le tocaron. ``Si no se lee de niño después muy difícilmente se adquiere el hábito de la lectura y sobre todo muy difícilmente se adquieren los tonos de la sorpresa y la intensidad. La lectura es una empresa de toda la vida, y al prescindir la educación de ella tan gustosamente la comunidad prescinde del elemento que le permite el reconocimiento más ventajoso''. A riesgo de ser visto como un ``maniático gremial'', se hizo partícipe de la frase de Borges: ``Yo no vivo para leer sino leo para vivir''.
De niño Monsiváis leyó compulsivamente la Biblia y memorizaba sus pasajes. Accedió también a La Odisea, La Ilíada y La Eneida. Empezó a leer en los años cuarenta, y ahora observa que por entonces la educación se formaba en un entrecruce del siglo XIX y el **. ``Creo que es típica de toda generación anterior a la televisión. La televisión, al concentrar la modernidad plena, al ser tan definitivamente el producto de la victoria tecnológica, borra las relaciones orgánicas con el siglo XIX... Ya no hay ese contacto con la mentalidad decimonónica, perfectamente posible de alcanzar todavía en los años cuarenta... Toda la idea de niñez, de imaginación, de fantasía, se conformaba entonces tanto por la lectura como por el cine. Eran las dos influencias básicas, se complementaban perfectamente... Los autores eran los típicos, Michel Zévaco, los folletineros Alejandro Dumas, Emilio Salgari, Julio Verne. ``Es el mundo imaginado por cada quien, que ahora ya no sería creíble, teniendo los niños la oportunidad del nintendo o de las películas de Steven Spielberg. Los clásicos, en versiones no tan reducidas, eran la piedra de toque de la formación de la niñez... El folletín era valioso tanto en ls lecturas de las familias como de los que se iniciaban en el aprendizaje del recorrido de los libros''. Se leían todavía México a través de los siglos que le daba al pueblo un sentido de la historia y los best sellers por antonomasia del siglo pasado: María de Jorge Isaacs y Los bandidos de Río Frío. ``Todo esto a principios de los 50 podría considerarse una lectura normal, ahora ya se consideraría propiamente cultural o arqueológica''.
La melodramatización de la historia era fundamental. Mencionó El mártir del Gólgota de Enrique Pérez Esrich como uno de los grandes ejemplos. ``Yo leí en la secundaria las hazañas que uno puede cometer a esa edad ya después son irrepetibleslas novelas de Juan A. Mateos, de quien creía se llamaba Juana Mateos y pensaba: 'Qué señora tan culta!'. Sacerdote y caudillo, El sol de mayo, eran fantásticas en su capacidad de melodrama: ¿Se salvará o no el cura Hidalgo del fusilamiento?... La experiencia infantil máxima en cuanto a visión melodramática de la historia es desde luego Vicente Rivapalacio. Monja, casada, virgen y mártir, el mejor título en la literartura mexicana del siglo 19, superior incluso a Los bandidos de Río Frío y la descripción de la vida de todas nuestras amigas''.
En secundaria se volvió adicto al pulp fiction, especialmente a una serie: The shadow. Desde entonces también comenzó a leer ``algo que sigue siendo una necesidad fisiológica, la novela policial. No creo que pueda haber un buen lector que prescinda de la novela policial, es perfecta en su capacidad de atrapar y de convertir al crimen en el mejor, el más vibrante y más entrañable de los espectáculos. Ultimamente se ha vuelto el crimen un tanto vulgar porque se ha ido a la dimensión pública, pero cuando es privado sí tiene un encanto único''.
Carecía en ese momento de dirección de lectura, leía lo que el azar le otorgaba y compraba en librerías de viejo. ``El libro costaba muy poco. La idea de hacerse de una biblioteca no era una empresa ligada con el contrabando de joyas. Ahora sí ya es una hazaña económica''. El clima de disidencia contribuía al de la lectura, y Monsiváis era reacio al desarrollismo que se imponía, triturador. Seguía las lecturas que le obligaba su militancia en las Juventudes Comunistas ``una agrupación como los boy scouts pero sin excursiones'': Cómo ser un buen comunista del camarada Liu Chaochi, por ejemplo. Una experiencia lo marcó: ver la figura martirizada de Frida Kahlo junto a Diego Rivera en la marcha contra la caída del gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala. Escribió, sobre el hecho, su primera crónica. La publicó en El Preparatoriano, ``de donde espero no resucite''.
Evocó la influencia que en su diversificación de lecturas tuvo el conocer a personajes como Artemio de Valle Arizpe, primero, Alfonso Reyes después, quien le enseñó que la experiencia de leer poesía debe ir acompañada de la memorización. ``La poesía, como el genuino tatuaje anímico, dota de un acervo de frases y de referencias iluminadoras''. Conoció también a Vasconcelos, y por su influencia obras de los grandes escritores de la derecha francesa. Salvador Novo lo orientó a una nueva lectura de Oscar Wilde.
Gracias a Sergio Pitol descubrió las editoriales argentinas, a Conrad, a Borges y a Bioy Casares y su colección de novela policiaca El Séptimo Círculo. Por otra parte, en los 50 vivió la experiencia de la literatura mexicana, cuando era noticia: Rulfo, Arreola, Fuentes, Paz. ``En prepa leí deslumbrado El laberinto de la soledad; gracias a La estación violenta llegué a su poesía''.
Esto fue para él el entrenamiento básico, concluyó Carlos Monsiváis. ``A los 25 años una formación literaria como lector está, supongo, conformada en lo esencial. Lo que sigue son las profundizaciones, los afinamientos, los matices y la abundancia de panorama bibliográfico que se ha expandido extraordinariamente''.
probaste en e-mule?
saludos.
Yo ya lo busqué y tampoco lo encontré...
creo que muy pocos se interesan en Enrique Pérez Esrich y su "Mártir del Gólgota", es una pena...
Chao.
El único Enrique que conozco es Enrique Iglesias !!!!♥♥